Alpes, Valle de Aosta y Piamonte


Viaje verano 2018


Durante diez días de julio hicimos una bonita ruta en coche para visitar los Alpes una vez más.

Una cordillera que atraviesa varios países de Europa y que solo con su nombre nos daban ganas de ponernos al volante por esa Gran Ruta de los Alpes.

Teleférico estación  Lagos Blancos con la vista del Cervino a la derecha



Con este itinerario nos propusimos conocer los lugares más hermosos de este territorio, y para ello fue necesario recorrer aproximadamente 3.800 kilómetros en un recorrido que nos llevó a puertos alpinos, conducir a orillas de varios lagos, conocer espacios protegidos como Reservas de la Biosfera y descubrir algunos lugares declarados Patrimonio de la humanidad.

Nos dirigíamos a una tierra donde historia, cultura y naturaleza han creado un conjunto muy sugestivo y encantador.



Viajamos al corazón de los Alpes en pleno verano, y aunque las cumbres seguían vestidas de blanco, la verdad es que nos hizo unos días estupendos.

Los sistemas montañosos del Valle de Aosta, tienen un perfil en el que destacan las siluetas de los cuatromiles, bien conocidos por los alpinistas: El Mont Blanc, esculpida en granito, Monte Cervino, de característica forma piramidal, el Monte Rosa, segunda montaña de los Alpes por excelencia y el Gran Paradiso, el único que se halla por completo en territorio italiano.


Lago Blu con el Cervino al fondo.
Por donde quiera que pasábamos se sucedían las panorámicas, encadenando montañas con frondosos bosques y profundos valles, glaciares con picos nevados, y ríos con estrechas gargantas.

Aunque solo pudimos verlo desde lejos, el Monte Rosa también pertenece a la cadena de los Alpes, con sus 4.643 metros en el Pico Dufour, es una montaña impresionante. 

El verdadero origen del nombre de Monte Rosa está en la palabra "Rouese", que en "patois", el idioma de las poblaciones de la zona, significa "glaciar".

En los Alpes, solamente el Mont Blanc, con sus 4.808 m supera la altura del Monte Rosa.


Día 1: Annecy.

La  primera  noche  de  nuestro  viaje  la  pasamos  en Annecy,  así que salimos de casa muy temprano para después de un día de camino llegar a buena hora para dar un paseo antes de cenar. 

Lago de Annecy
Pero todo ese trayecto de casi 1.000 km lo hicimos más rápido que en otras ocasiones, extrañamente no pillamos atascos en Francia y la circulación fue rápida y fluida, por lo que antes de las cinco de la tarde estábamos llegando a nuestro hotel en Annecy.

Como nuestro hotel era muy céntrico, con un corto paseo nos encontramos en el casco medieval de la ciudad.

Ya conocíamos la ciudad. En nuestro primer viaje a Suiza, habíamos pasado en ella una mañana, se encontraba en nuestro camino a Gruyere, nuestro destino en Suiza, y nos gustó tanto que queríamos volver en otra ocasión. Pues bien, esa ocasión había llegado.

Sabíamos que desde aquí, el camino discurriría entre montañas y valles hasta llegar a Chamonix y luego a Aosta. Viajaríamos al centro de Europa y de los Alpes.


El castillo al fondo

Entre esas montañas está la ciudad de Annecy,  un escenario de cuento de  hadas,  cuyo   lago  refleja  el pico  de  la Tournette, en  los límites occidentales de los Alpes.



Capital de Alta Saboya, es una ciudad de una homogeneidad fascinante;  caminar por el viejo Annecy es una experiencia sensacional. 


Sus cautivadores canales, las orillas floridas, sus preciosos puentes y las bonitas casas con fachadas de colores, son un buen motivo para pasear por sus callejuelas peatonales.

Los barrios antiguos parecen suspendidos en el tiempo y se reflejan en canales que nacen del lago.


Palacio de la Isla
Annecy es uno de los pueblos más encantadores de los Alpes franceses, conocida como "la Venecia de los Alpes", con su atractivo casco medieval peatonal, atravesado por canales, puentes, calles con arcadas y el río Thiou. 

El Palais de l'isle, del siglo XII, es una de sus joyas arquitectónicas. Se halla en medio de un canal y tiene la forma de una gran navío. 

El Castillo de Annecy, cuyas torres se levantan por encima de la ciudad ofreciendo espléndidas vistas del viejo Annecy y del lago cristalino que se extiende a sus pies.

Para rematar la visita, nada mejor que un paseo por las orillas del Lago de Annecy, de 2.800 hectáreas, una visita imprescindible, que también se puede recorrer en barco.

Después de pasear por la ciudad, nos sentamos en un restaurante cerca del castillo, en el casco antiguo, para comer una contundente tartiflette, un plato típico de Saboya a base de patata, panceta y queso reblochon fundido.


No queríamos volver a nuestro hotel, era muy agradable seguir paseando por callejuelas medievales, canales y terrazas llenas de gente cenando o tomando una copa; pero estábamos cansados del madrugón (nos habíamos levantado a las cinco de la mañana), conducido durante 1.000 km y además para la siguiente jornada teníamos una preciosa excursión pendiente. 

Nos fuimos a nuestro hotel para un merecido descanso. Teníamos que levantarnos a las seis para dirigirnos a Chamonix, siguiente parada en nuestro viaje.


Día 2: Chamonix- Aosta.


Chamonix, a los pies del Mont Blanc, es la puerta de entrada a un lugar de cumbres, glaciares, bosques y paisajes fascinantes. El Mont Blanc con sus 4.810 m es el techo de ese reino de montañas, y concretamente el bello Chamonix resultaba ideal para empezar nuestro viaje.

Panorámica del glaciar La Mer de Glace
Nuestro hijo estaba entusiasmado, desde hacía tiempo deseaba subir al Mont Blanc y ahora lo tenía delante, impresionantemente alto, impresionantemente bello.

Visitar Chamonix siempre había  formado  parte de esos sueños que se van postergando hasta encontrar una buena ocasión. Lo curioso es que hemos visitado muchas zonas de los Alpes, aunque siempre de la parte suiza. En cambio, los Alpes franceses, más cercanos, no los conocíamos.

Chamonix
 Por eso, en esta ocasión, aunque el viaje era a Valle de Aosta y Turín, decidimos organizarlo para pasar la primera noche en Annecy y cruzar directamente por Chamonix, una de las zonas más bellas de los Alpes franceses y aprovechar todo un día allí y en el entorno alpino que la rodea, uno de los lugares más espectaculares y de una belleza sobrecogedora. 



Chamonix es bella pero elitista, no nos engañemos. Hoteles de lujo y restaurantes caros, pero también es auténtica y señorial. Además del paisaje que la rodea, los trenes y teleféricos con recorridos alucinantes son motivo suficiente para que merezca una visita.

Desde Chamonix se divisa también el glaciar Bossons, cuya cascada de hielo parece a punto de desplomarse sobre el valle.

Estación de Chamonix
La llegada del ferrocarril rescató a Chamonix de su aislamiento. En 1908, la inauguración del tren cremallera de Montenvers, que llevaba hasta un hotel y un mirador sobre la Mer de Glace a 1.913 metros, abrió la puerta a la construcción de otras lineas y teleféricos que acercaban al visitante a las grandes cumbres del valle.
Estatua del Dr. Gabriel Miguel Paccard

La villa, con sus comercios y restaurantes, viste sus calles con un punto colorido que contrasta con el fondo verde y blanco del paisaje, a los visitantes se nos van los ojos buscando la redondeada cumbre del Gigante de los Alpes.

La ciudad ha crecido mucho gracias al turismo de invierno, es el pueblo más cercano al Mont Blanc, prácticamente está a sus pies y su casco antiguo es encantador.

Queríamos subir a los más alto para contemplar la belleza que desde las alturas ofrece este enclave. 


Chamonix con niebla en las montañas
Habíamos salido a las siete de la mañana desde Annecy hacia Chamonix, sabíamos que teníamos que estar muy temprano en el teleférico para poder subir, y así lo hicimos. A las ocho de la mañana ya estábamos en la ventanilla del teleférico que sube al Mont Blanc, pero para nuestro asombro no había nadie.

Preguntamos en la ventanilla como estaba el tiempo arriba, y muy amablemente y después de echar un ojo a la previsión, la muchacha que nos atendió, nos aconsejó esperar al día siguiente ya que estaba muy nublado en la cima y no disfrutaríamos de buenas vistas.


Estación del tren cremallera que sube a la Mer de Glace
Decidimos no subir y optar por nuestro plan B: aprovechar nuestro día en Chamonix para ir hasta el glaciar la Mer de Glace y el pueblo, y subir otro día al Mont Blanc desde el lado italiano. 

En el primer tren del día subimos a Montenvers, que significa "monte del revés". En este paisaje de hielo y roca destacan tres elementos: el tren cremallera rojo, el Gran Hotel y el imponente glaciar, bautizado como la Mer de Glace en el siglo XVIII.

En el interior del tren se vivía un aire alpino, gente con mochilas de las que sobresalían cuerdas y piolets, pero también estábamos los que subíamos en vaqueros y botas de trekking, en una mezcla encantadora, durante la subida todos eramos iguales, la montaña se encargaría de hacer la selección.


Ya en el tren a Montenvers

Nos sentamos en el lado izquierdo del tren, ya que desde este lado se obtienen las mejores vistas; la subida es entre árboles no muy tupidos por lo que veíamos como se iba alejando el valle y el tren iba ganando altura.

El sendero que sube a Montenvers discurre junto al glaciar la Mer de Glace.

Después de 20 minutos de ascensión en el trenecito rojo de cremallera  ya estábamos al pie de la Mer de Glace, el glaciar más largo de Francia. Por todas partes surgían montañas con bellos picos nevados.

El tren nos dejó en el mirador de Montenvers con vistas fabulosas del extremo de la Mer de Glace, y desde la terraza del Bar Panoramique pudimos ver el glaciar y las montañas que lo rodean, conocer el proceso de construcción del tren en 1908 y la tradición local de los buscadores de cristales de cuarzo.


Panorámica del glaciar desde Montenvers.
 La vista del glaciar es muy bella, pero no nos impresionó tanto como nos esperábamos, quizá por haber estado anteriormente en el glaciar Aletsch en Suiza; quizá porque la superficie está en parte cubierta por tierra, no dando esa sensación de "mar de hielo".


Recorrido hasta el glaciar Mer de Glace












Es preocupante ver como ha descendido el nivel del glaciar en estos años, y más concretamente en los últimos años, donde el glaciar ha perdido varios metros por año.

Después de bajar un trecho en telecabina y unas interminables escaleras, visitamos una cueva de hielo debajo del glaciar.


A la izquierda la terraza y el telecabina
La Gruta de Hielo está excavada en el hielo mismo, un viaje al corazón del glaciar. Se trata de una gruta que se talla cada año desde hace 50 dentro del glaciar, accesible en telecabina, para después continuar la bajada hasta el glaciar. 


Bajando en el telecabina. Abajo, los agujeros son la entrada a la Gruta de Hielo bajo el glaciar

Desde la salida del telecabina es necesario descender una escalera de unos 400 escalones para llegar hasta la gruta. Desde luego lo más pesado es la subida hasta el telecabina.


Y bajando... Esta vez a pie por las escaleras
Caminar por el interior de la cueva, bajo el hielo, fue impresionante. Teníamos toneladas de hielo sobre nuestras cabezas. La luz azul de la cueva, el frío... Fue una  experiencia  inolvidable, maravillosa. Sin duda  fue el mayor atractivo de Montenvers y para mí lo más bonito del viaje.


Dentro de la Gruta de Hielo


La luz reflejada en el hielo

Habíamos pasado toda la mañana en Montenvers, bajando  a la gruta, viendo la exposición de cristales de cuarzo, y tomando algo caliente en la cafetería. Cuando acabamos esta visita al glaciar bajamos a Chamonix para comer y  pasar la tarde.

Después de ir a comer,  mientras callejeábamos, encontramos algunos monumentos  a los  primeros  conquistadores:  el doctor  Paccard, el  botánico Horace Bénédict de Saussure y el guía Jacques Balmat.

También paseamos entre escaparates de tiendas que exhiben las marcas más famosas de ropa de esquí y de montaña, comercios con productos regionales, tiendas de recuerdos y el Casino, con un bello estilo belle époque.




Por los pasillos de la gruta
























Por la tarde, nos sentamos en una terraza para tomar algo caliente y descansar un rato antes de continuar nuestro camino hacia Italia atravesando la mítica montaña por uno de los túneles más impresionantes de Europa: El Túnel del Mont Blanc.



Desde julio de 1965 permanece abierto el Túnel del Mont Blanc, una impresionante obra de ingienería de 11.600 metros de longitud que atraviesa la cadena del Mont Blanc (sobre la vertical de Aiguille du Midi, el espesor de cobertura de roca granítica es de 2.480 metros, una medida récord para túneles viarios y ferroviarios), saliendo desde Italia a los pies del glaciar de Brenva, para llegar a Francia, a los pies del glaciar de Bossons, ambos glaciares perennes que parecen escurrirse por sus laderas.


Dentro del Túnel del Mont Blanc camino de Aosta













Nos costó cerca de una hora de espera hasta llegar al túnel  por la larga cola que había. Antes de entrar en el túnel, reparten botellas de agua a los ocupantes de los vehículos; da un poco de mal rollo.

Cuando llegamos a Aosta, al final de la tarde, una vez que dejamos el equipaje en el hotel, nos dedicamos a visitar la ciudad.


Arriba en Montevers
Valle de Aosta es la región más pequeña de Italia, un rincón entre montañas que gracias a su situación estratégica, tiene características francesas, suizas y por supuesto italianas. Lo cierto es que aquí no encontramos las aglomeraciones tan propias de otros destinos estivales. Puede ser que tenga que ser descubierta su temporada de verano.

Plaza del Ayuntamiento en Aosta

Y de esa conjunción perfecta, lejos de las cumbres y de los forfait también encontramos una alternativa cultural y gastronómica, tan contundente  como  suculenta, de  la  que  pudimos  probar la  polenta,  quesos y charcutería.


Porta Praetoria






















Paseando por el centro, al final de la calle principal de Aosta y junto al puente que cruza el arroyo Buthier, nos encontramos con el Arco de Augusto, arco honorífico dedicado al emperador Augusto y el poder de Roma en el año 25 a.C.

Como teníamos nuestro hotel en el mismo centro peatonal de Aosta, era muy cómodo salir a pasear por la ciudad y visitar los monumentos más interesantes por las tardes cuando volvíamos de nuestras excursiones y antes de cenar en alguno de los muchos restaurantes y pizzerias que encontramos por las calles del centro.


Arco de Augusto
La Porta Praetoria se encuentra entre Via Sant'Anselmo y Via Porta Praetoria. Esta puerta era la entrada principal de la ciudad. Contaba con tres aperturas todavía visibles hoy en día.

Desde allí fuimos al Criptopórtico del foro, es un monumento cuyo propósito principal era actuar como estructura de contención y regularización del terreno. La columnata de mármol que lo domina servía de marco escenográfico a los dos templos gemelos originales de la terraza sagrada.


Aosta con las montañas al fondo
También visitamos la fachada sur del Teatro Romano, de 22 metros de altura, con arcadas superpuestas, y con la parte inferior del semicírculo con graderíos para los espectadores.



La muralla romana estaba formada por una capa interior de piedra y una capa exterior de bloques de mármol travertino. En algunos tramos resulta todavía visible.



Iglesia colegial de San Orso

Aosta es una ciudad bonita de pasear y visitar, pero para nuestro parecer, lo mejor son los paisajes que la rodean y que está bien situada para hacer las excursiones por los Alpes y el valle.


Torre San Orso


































Había sido un día estupendo. Desde Chamonix hasta Aosta. Al final del día cenamos en una terraza y nos fuimos a descansar. 
Estábamos despiertos desde las seis de la mañana en Annecy. Nuestra próxima excursión sería para conocer el Monte Cervino.

Día 3: Breuil Cervinia-Lago Azul-Fortaleza de Bard y Castillo Verrés.

Y si en Chamonix y Courmayeur es el Mont Blanc el que presidía el pueblo,  en Breuil-Cervinia es el Cervino o Matterhorn.

Probablemente sea la montaña más característica de los Alpes, y con razón, su sola visión ya es un espectáculo, con su forma de pirámide, sola, imponente, alejada de cualquier otra montaña que pueda quitarle hegemonía en el paisaje. 


Parte suiza del Cervino
Es tan escarpada, que pese a rondar los 4.500 metros, apenas tiene nieve. Subir a su cima solo está al alcance de los mejores alpinistas del mundo. Nosotros nos conformábamos con disfrutar de su vista, impresionados ante tanta belleza.

El valle de Breuil es una amplia cuenca en la punta de Valtournenche a 2.000 metros de altitud. Breuil-Cervinia nació a principios del siglo XX y es junto a Courmayeur, el centro turístico más famoso de Valle de Aosta.

Breuil-Cervinia y detrás el Cervino

En la estación de esquí disfrutamos de un escenario natural bellísimo, dominado por la presencia del Cervino, que se erige majestuosamente con su inconfundible pirámide de granito; el área de esquí, conectada con las pistas suizas de Zermatt y con las de Valtournenche, justo en la frontera entre Italia y Suiza, abarca una extensión de 350 km de pistas.

El Cervino reflejando el sol
Subiendo en el teleférico y dejando abajo la estación de esquí















El monte Cervino está rodeado por una de las áreas de esquí más grandes de Europa, extendida entre Italia y Suiza, es meta de los esquiadores de todo el mundo.

En esta localidad se esquía durante todo el año, incluso en verano, gracias a las instalaciones que permiten llegar con rapidez a los glaciares de Plateau Rosa y de Ventina.


Antes de llegar a la estación de Plan Maison

El Cervino es considerada la montaña por excelencia. Es una pirámide perfecta con una base maciza y una cima que sube directamente al cielo. Así vimos el Cervino; con su pronunciada forma piramidal, se levantaba aislada del resto de la cadena montañosa a la que pertenece y dominaba las poblaciones de Breuil-Cervinia en Italia y de Zermatt en Suiza.



Con sus 4.478 metros de altura es la meta ideal de alpinistas y esquiadores de todo el mundo, constituye una de las más monumentales estaciones de esquí de toda Europa.


Para llegar allí, fuimos en coche hacia el este hasta Chatillón y desde allí, dirección norte hasta Breuil-Cervinia. Apenas 46 km de camino que nos costó una hora de tiempo debido a la carretera y al paso por los bonitos pueblos alpinos que atravesabamos. 


Monte Cervino
Como deseábamos ver el Cervino de cerca, subimos con el teleférico hasta el "Plateau", como allí se llama a todo el paraíso del esquí, invernal y estivo.

El teleférico a Plateau Rosa, es todo acristalado y tiene ventanas y puertas acristaladas para poder disfrutar del paisaje.

Estos son los tres trayectos que hicimos para subir hasta Plateau Rosa durante todo el año:


1.- Trayecto teleférico desde Breuil-Cervinia a Plan Maison.
2.- Trayecto teleférico desde Plan Maison a Cime Bianche Laghi.
3.- Trayecto teleférico desde Cime Bianche Laghi a Plateau Rosa  


Paisaje junto a Lagos Blancos
El teleférico permite llegar al complejo para esquiar, pero es una experiencia emocionante también para quien no esquía y desea disfrutar la alta montaña, el cielo limpísimo, la intensa luz del sol y el aire puro.

Este fue el gran momento del día y lo disfrutamos intensamente.


Arriba en Plateau Rosa

Este glaciar, que forma parte del Theodulglestcher es la mejor opción de esquí en verano de toda Europa. También se puede acceder desde Zermatt en el lado suizo.


Caminamos por la nieve en julio, nos acercamos al Refugio del Cervino situado a pié de pistas, nos asomamos al valle donde se encuentra Zermatt mientras admirábamos los bellísimos paisajes y sobre todo hicimos fotos, muchas fotos.


Caminando por la parte suiza
Una parte de los lagos aún congelada


Y aunque hicimos decenas de fotos, ninguna puede recrear la emoción del panorama que se aprecia desde el teleférico o en el Plateau Rosa. 


Esquiadores y algún excursionista

Desde la terraza pudimos admirar todos los 4.000 de los Alpes; la extraordinaria vista del cercano Monte Cervino, y los perfiles del Mont Blanc y del Gran Paradiso, el Macizo del Monte Rosa y las cimas suizas del cantón de Valais.


Después de pasar la mañana arriba, volvimos a Breuil-Cervinia a comer y conocer otro precioso lugar muy cerca de la estación de esquí: el Lago Azul


Lago Blu
El Cervino reflejado en el lago























El Lago Blu fue uno de esos rincones mágicos que visitamos durante nuestra excursión al Monte Cervino. Un lugar mítico, lleno de magia, en el que pudimos ver reflejada en sus aguas, como en un pequeño espejo, la cumbre del Cervino. 



Ideal para pasear durante el verano mientras disfrutas de cumbres nevadas, bosques y prados de un verde intenso contrastando con el azul de las aguas del lago.



Situado a unos 2 km. de Breuil-Cervinia, junto a la carretera principal que sale de Valtournenche, llegamos al Lago Blu. 

El reflejo del Cervino en su superficie y su increíble agua azul, lo convierten en uno de esos lugares que te reconcilian con la vida. Desde luego es una parada obligatoria que os dejará maravillados si viajais por la zona.


Desde el lago nos dirigimos 50 km. hacia el sur, otra vez hasta Chatillon, siempre siguiendo el valle, hasta Bard, un pequeño Burgo situado a los pies de la fortaleza, que aún conserva trazas de la época medieval y bonitos edificios del siglo XV y XVI, .


Fortaleza de Bard

Apareció de golpe, como salida de un sueño, una imagen imponente, con sus fuertes muros y su situación estratégica, delataba un pasado dedicado a la defensa con un presente cultural. 
En ese emplazamiento singular, en la embocadura del valle, se halla el Fuerte de Bard, una impresionante fortaleza de principios del siglo XIX de la Casa de Saboya y renovada hace pocos años, que dada su posición estratégica, tuvo un importante interés militar.


El valle y el río Dora Baltea desde la fortaleza










La cumbre de la roca, así como la de la fortaleza la alcanzamos fácilmente gracias a unos ascensores panorámicos que desde el Burgo de Bard, permiten el acceso a uno de los edificios.


Interior de la Fortaleza de Bard
Probablemente es la fortaleza más inexpugnable de todo el valle. Y aunque hoy en día es el Museo de los Alpes, su visión, en medio del valle y en lo alto de una prominencia rocosa, aun sigue causando respeto. 

Después de visitar la fortaleza, siguiendo la carretera nacional que discurre por el valle hacia Aosta y a unos 8 km. de Bard, atravesando bonitos pueblos, llegamos a  Verrés

Castillo de Verrés
En este pequeño pueblo de 2.658 habitantes lo más destacado es su bonito castillo. Situado en una colina que domina el pueblo, el Castillo de Verrés se ve desde la carretera, y aunque se puede visitar, cuando nosotros nos acercamos ya estaba cerrado. De todas maneras, también nos gustó pasear por sus alrededores.

El castillo de Verrés comenzó su construcción en 1390 para más tarde pasar a manos de los Saboya.



En Verrés acabó nuestra excursión. Fuimos hasta Aosta para cenar en una terraza de una pizzería de la Vía Edouard Aubert  muy cerca de nuestro hotel y poco después nos fuimos a descansar.


Día 4: Castillo Fénis y Puerto de Gran San Bernardo.

El Valle de Aosta es un lugar de tránsito obligado hacia los pasos alpinos, y durante la Edad Media el cobro de peajes constituía un importante instrumento de poder y de renta.

Castillo de Fénis
Los señores feudales se aprovecharon de que el valle era fácil de dominar con fortalezas y así lo cubrieron con castillos defensivos que ahora son un atractivo turístico más para la zona. 












Encontramos otros castillos a lo largo del valle que no se podían visitar por dentro, pero aun así disfrutamos de su vista mientras que paseábamos por sus alrededores. Verdaderamente el Valle de Aosta es una tierra de fortalezas y castillos, un conjunto perfecto entre naturaleza y la obra del hombre.














Surgieron así los primeros castillos a comienzos del siglo XI. Estos castillos primitivos consistían en un torreón, a menudo cuadrado, rodeado por una muralla. En los siglos siguientes, aparecen castillos cada vez más complejos.


Almenas y torreones

La recuperación de algunos castillos del Valle de Aosta se debió al interes de un grupo de intelectuales piamonteses unidos por su pasión por la Edad Media.


Patio interior con las pinturas al fresco
Como nos gusta mucho visitar castillos, salimos de Aosta y nos dirigimos a Fénis en esta ocasión. Tomamos la carretera nacional y a 17 km. de distancia, cogemos un desvío que nos lleva hasta el pueblo.

Las visitas al castillo son guiadas en varios idiomas y tuvimos que esperar nuestro turno un buen rato, que aprovechamos para pasear por los bonitos alrededores del castillo.  

Seguramente el más notable de los castillos del valle sea el Castillo de Fénis, austera morada de estilo gótico tardío con planta pentagonal adaptada a la vida de la corte, este castillo completa la evolución hacia la mansión señorial urbana.

Al contrario que los demás castillos construidos con finalidad bélica y defensiva, el Castillo de Fénis no está situado en una cumbre, sino en una pequeña colina. 

Su función, a pesar de su equipamiento defensivo, era únicamente la de residencia de prestigio de la familia Challant.

Las numerosas torres del castillo fueron añadidas en torno a la mitad del siglo XIV al torreón ya existente, que durante el siglo anterior había sido residencia del vizconde Godofredo II.


Cuando acabamos de visitar el castillo, nos dirigimos hasta el Puerto de Gran San Bernardo.

Tomamos la carretera nacional que atraviesa el valle desde Fénis hasta cerca de Aosta y desde allí hasta el puerto. 


Camino del Puerto de Gran San Bernardo con el paso arriba al fondo
En total son unos 52 km de una bonita carretera que llega a tener una inclinación del 11% en la montaña.

El paso, al que se puede acceder desde mediados de junio hasta mediados de octubre, y que permanece cerrado el resto del año debido a las inclemencias del largo invierno alpino, es el destino y punto de partida de excursiones de verano.


Panorámica desde uno de los senderos

Si los Alpes dividen Europa en dos, de este a oeste, el Paso de Gran San Bernardo es la puerta que conecta los pueblos del sur y los del norte. Ubicado a 2.472 metros de altura, es desde la antigüedad el lugar de paso para peregrinos y viajeros.


Iglesia del hospicio
Hospicio






















Cuando llegamos, a pesar de ser verano, tuvimos que abrigarnos para pasear por los alrededores, y es que, debido a su posición, está expuesto a vientos y a temperaturas que oscilan entre los -30º C de mínimo y los +19ºC de máximo. La nieve en invierno puede llegar a los 20 metros.

En las elevadas y nevadas montañas del Paso del Gran San Bernardo, en territorio suizo se erige el Hospicio

En 1.035, San Bernardo di Mentone construyó un hospital administrado por una congregación de canónigos regulares, con el objetivo de recuperar, asistir y proteger a viajeros y peregrinos que recorrían la Vía Francígena. 


Vistas del Albergue y el lago con restos de nieve

Hoy día sigue funcionando como albergue y el lugar es mundialmente conocido por ser la cuna de los famosos perros San Bernardo, criados en dicho hospicio para salvar de morir en la nieve a los numerosos viajeros que se adentraban por este paso.

Cuando caminábamos por los senderos de los alrededores del lago, vimos como paseaban a esos bonitos perros muy cerca de donde estábamos. Los perros de San Bernardo eran entrenados aquí por los monjes, al inicio para transportar cargas, luego como perros de rescate en aludes.



Cuando llegamos a la cima de este puerto de montaña y nos encontramos con el bellísimo paisaje que forman la nieve de las cimas de las montañas, el lago y el hospicio, nos quedamos sobrecogidos.



Y mientras disfrutábamos del lugar, como se nos había hecho la hora de comer, aprovechamos para hacer un picnic muy cerca del hospicio, delante de un paisaje que recordaremos durante toda nuestra vida.

Después del picnic y de pasear, también visitamos el albergue y la bonita capilla del hospicio.




Cuando bajamos del puerto, y antes de llegar a Aosta, paramos en un merendero del camino en el pueblo de Gignod, rodeado de bosques y con vistas a las cimas nevadas de las montañas donde hicimos un descanso y tomamos un café disfrutando del paisaje.

De vuelta a nuestro hotel en Aosta, salimos a cenar por el centro y tras dar un paseo por la animada ciudad, nos fuimos a dormir para poder madrugar al día siguiente. Nos esperaba la subida del Mont Blanc.


Día 5: Subida Mont Blanc- Courmayeur y Mirador sobre el orrido en Pre-Saint-Didier.

Salimos muy temprano de Aosta para llegar 35 km después a Courmayeur por la carretera que atraviesa los pueblos del valle.


El Mont Blanc desde el punto más alto en la terraza del teleférico.
El Mont Blanc con sus 4.807 metros es la montaña más elevada de Europa y enmarca a Courmayeur.


En estas montañas se hicieron los primeros intentos de escalada por el buscador de cristales Jacques Balmat, de 24 años y el médico Michel Gabriel Paccard, de 29.



Para nuestra subida al Mont Blanc usamos una instalación de funicular que, gracias al maravilloso paisaje que atraviesa, ha sido definida como la octava maravilla del mundo.


Cima del Mont Blanc
Sentíamos una gran emoción mientras subíamos en el funicular al techo de Europa (el tour del Mont Blanc-Courmayeur-Punta Helbronner- Aguilles de Midi-Chamonix),  y que nos permitía detenernos a varios niveles para poder admirar el panorama, el jardín botánico Saussurea o la exposición de cristales.


A lo lejos el Monte Cervino y Monte Rosa

Gracias al teleférico, la subida desde Courmayeur (Pontal d'Entreves, 1.500 m de altitud) hasta Punta Helbronner (3.466 metros) es una experiencia fascinante y cómoda. 


Un grupo de alpinistas frente a nosotros
Plano Macizo Mont Blanc






















El recorrido que hicimos en el teleférico se dividía en dos tramos que conectaban las tres estaciones de Pontal d'Entreves a 1.500 m de altitud, Pavillon du Mont Fréty a 2.200 m, y Punta Helbronner a 3.466 metros. A lo largo del trayecto disfrutamos de una panorámica completa del paisaje pues las cabinas giraban  360 grados.


Refugio Torino
En Punta Helbronner, la terraza exterior panorámica circular de 14 metros, nos ofreció la extraordinaria vista en 360 grados  de buena parte de los 4000 de los Alpes occidentales: el Mont Blanc, el Monte Rosa, el Cervino, el Gran Paradiso y el Grand Combin


El túnel que va al refugio
L`Aiguille du Midi (Francia) desde Punta Helbronner


















En la terraza hacía frio pero era llevadero, a esa altura, y con las nubes que iban y venían, nos bastó con una chaqueta y un pañuelo al cuello para sentirnos cómodos mientras disfrutábamos de las impresionantes vistas que nos rodeaban a la vez que hacíamos fotos y buscábamos las cimas más emblemáticas.


Cubículo acristalado en Punta Helbronner
A prueba de vértigo


















Cuando estábamos arriba nos sentíamos diminutos. Era tanto lo que había por ver que estuvimos en la terraza un par de horas.

Entramos en la cafetería a beber algo caliente; la cafetería es toda acristalada, nos sentamos en una mesa junto a los ventanales, estar en una cafetería casi a 3.500 m de altura, frente al Mont Blanc y rodeados de montañas nevadas, es una sensación muy agradable. 


Vista de Courmayeur mientras subíamos en el teleférico

Allí sentados, junto a los ventanales, nos sentíamos como en medio de la montaña, disfrutando el paisaje y viendo como caminaban por la nieve los montañeros. Algo inolvidable.


Vista desde la terraza de Punta Helbronner del glaciar descolgándose desde lo alto de la montaña

Después cogimos el ascensor que lleva desde el interior de la instalación al túnel peatonal que conecta la estación Punta Helbronner hasta el Refugio Torino. 


La cabina que gira 360º ofrece una panorámica completa de las cumbres

Toda la instalación del teleférico es una magnífica y costosa obra de ingeniería, cuando entramos en el ascensor y bajamos por el interior de la montaña hasta el túnel peatonal excavado en el granito que conecta el funicular con el histórico Refugio Torino sin tener que salir al exterior de la montaña, nos parecía algo increible.


Vista parcial de las cumbres a 3.466 metros snm




El Refugio Torino ha sido durante años punto de parada de alpinistas en la ruta hacia el Mont Blanc. Cuando estuvimos allí, como otros excursionistas, aprovechamos para comer en su terraza mientras disfrutábamos de la panorámica de la cima del Mont Blanc, el funicular que subía y bajaba y el resto de montañas nevadas a nuestro alrededor.


Desde la cafetería del funicular

Cuando llegamos a primera hora de la mañana a coger el funicular, había muy poca gente y no tuvimos que esperar nada para la subida; y así pasó también con la bajada a primera hora de la tarde. No se si esto es lo habitual, pero fue cómodo y rápido.

A continuación bajamos hasta Courmayeur para visitar el pueblo y sus alrededores.

Courmayeur en un valle entre bosques y cumbres

Situada al otro lado del túnel que conecta con Chamonix, Courmayeur es una localidad alpina elegante, de paisajes espectaculares y situada en una amplia cuenca, a 1224 metros de altitud y a los pies del gigantesco macizo del Mont Blanc, pero en su parte italiana. Al encontrarse entre montañas y glaciares, la ciudad es la capital del alpinismo, a la vez que tiene una importante actividad termal.


El pueblo con el Macizo del Mont Blanc al fondo
Paseando por el centro de la ciudad nos encontramos con la vía Roma, estrecha y tortuosa, es el eje comercial y corazón de la localidad.

Courmayeur   tiene   mucho   encanto,  con  sus  edificios  bajos,  calles estrechas y empinadas, muchos comercios y restaurantes... es un lugar ideal  para  esquiar y descansar. Aunque  nosotros recomendamos si el tiempo  acompaña, comer a los pies del Mont Blanc, es impresionante y hay precios para todos los bolsillos.


Vista de Courmayeur desde el otro lado del valle
Subimos en un trenecito turístico con el que recorrimos los alrededores del pueblo, muy espectaculares, y también es cierto que el pueblo no desentona entre esos bellos paisajes alpinos. 

Después de descansar un rato mientras tomábamos un helado en una terraza con vistas a los bosques que rodean el pueblo, nos dirigimos en coche hacía el espectacular mirador del Orrido que se encuentra en el pueblo Prè Saint-Didier a 7 km. desde Courmayeur.

Como teníamos tiempo y nos habían aconsejado visitarlo, antes de volver a Aosta, subimos por una estrecha carretera de montaña en medio del bosque, para  continuar luego a pie por un sendero del bosque hasta donde encontramos la pasarela panorámica.

Esta pasarela metálica sobre la garganta del Orrido es un punto de observación privilegiado de la cadena del Mont Blanc. Junto a la pasarela hay unos carteles con la explicación del difícil proceso de construcción.


La pasarela con las vistas de las montañas a lo lejos y el pueblo abajo
Nosotros subimos en coche, por un sendero que se encuentra a los pies del Mont Crammont, a unos 200 metros desde el puente que cruza el Dora di Verney, junto a las termas, siguiéndolo se recorre el cañón del Orrido.

Abajo la garganta con el torrente

En la parte superior del sendero encontramos una pasarela metálica panorámica espectacular, una de la muchas maravillas del Valle de Aosta y no apta para personas con miedo a las alturas.



Con sus 160 metros de altura ofrece una maravillosa vista de la cadena del Mont Blanc y la cuenca de Prè-Saint-Didier con los pueblos de Champex y Verrand, de la cascada y la gruta del manantial termal.


En este punto acabó nuestra excursión. Volvimos a Aosta ya casi de noche, justo para cenar un buenísimo risotto en un agradable restaurante muy cerca de la catedral y después volver al hotel a descansar.

Había sido un día emocionante y estábamos cansados.

Día 6: Parque Nacional Gran Paradiso- Cogne y Cascadas de Lillaz.
En esta excursión visitamos el Parque Nacional Gran Paradiso, situado al sur de Aosta, a 27 km de distancia por una carretera nacional que atravesando bosques y valles nos llevó hasta la localidad de Cogne.

Afueras de Cogne con el valle y el Macizo de Gran Paradiso al fondo
Gran Paradiso es un gigante italiano, un auténtico espectáculo de la naturaleza. Está situado completamente en territorio italiano, una montaña de 4.061 metros desde la que se divisa el mar.

Algunos de los pueblos más interesantes del parque son: Valsavarenche, CogneRhêmes-Notre-Dame y Rhêmes-Saint-Georges. Como no podíamos visitarlos todos decidimos ir a Cogne, uno de los más bonitos y muy bien situado en un valle para disfrutar de la panorámica del macizo montañoso y también porque en sus alrededores se encuentran unas bonitas cascadas rodeadas de bosques.

Telecabina que sube desde Cogne al mirador del Gran Paradiso
Pues nos dirigimos hacia Gran Paradiso , el parque nacional más antiguo de Italia, para llegar al pueblo de Cogne. El pueblo, está situado a 1.534 metros de altitud, en una pradera alpina que se extiende hacia bosques de coníferas y de abedules, con el macizo del Gran Paradiso como telón de fondo.

Panorámica de Cogne
Cogne es una de las grandes estaciones de esquí alpino y nórdico del Valle de Aosta. También es conocida para la escalada en hielo: en invierno, entre Lillaz, Valnontey y Gimillan, se pueden escalar más de 150 cascadas naturales de hielo.

Pero Cogne también es rica en historia, cultura y tradición, además de un destino turístico muy conocido a la vez de tranquilo.


Vista desde el funicular de la pradera donde se sitúa Cogne
Subiendo en funicular
















Tuvimos que dejar el coche en un aparcamiento a las afueras del pueblo y a continuación ir hasta la oficina de turismo para informarnos de la manera de subir a los picos que rodean el pueblo y del camino a las cascadas de Lillaz.

Allí nos aconsejaron subir con el teleférico que hay en la zona alta del pueblo para continuar por un sendero hasta adentrarnos en la montaña. 


Pistas de esquí junto a Cogne
La subida en el telecabina nos permitió llegar a lugares hermosos dentro del Parque Nacional del Gran Paradiso. 

Primero llegamos al bar que hay en un sendero a unos pocos minutos después de salir del telecabina, desde aquí la vista del valle era muy bonita, nos encontrábamos en medio del bosque, a continuación seguimos subiendo unos 10 minutos más hasta un mirador, un balcón magnífico sobre el valle de Cogne, entre el macizo del Gran Paradiso y del Mont Blanc. 


Casas de estilo alpino en Cogne

Desde aquí sale otro sendero que llega hasta algunos picos y otras zonas para excursionistas más expertos.

Volvimos a bajar en funicular hasta el pueblo y en coche nos acercamos a visitar Lillaz,  a 3'5 km de Cogne y famoso por sus cascadas.



Condujimos hasta el final del Valle de Cogne, el camino termina en Lillaz en un estacionamiento de pago, y como era buena hora para comer, en una zona de picnic junto al Torrente de Valeille, hicimos una parada para descansar y reponer fuerzas con el sonido del agua de fondo. 

Cascadas de Lillaz

Desde  la localidad  de Lillaz,  junto a un  bosque de  alerces y  abedules, caminamos  unos diez  minutos por un  sendero bastante llano hasta que llegamos  a  las  famosas  cascadas  que,  con  tres  saltos  de agua  del torrente Urtier, miden un total de 150 metros de altura.

Pudimos ver la cascada en su totalidad gracias a los senderos que la rodean y que permiten admirar los tres saltos de agua que la forman. 


Torrente junto a casitas en Lillaz

Aunque hay otros senderos más largos, que a través del Lago Loie y por bosques alpinos también llegan a las cascadas, nosotros preferimos hacer el camino más corto para después subir  la cascada hasta un mirador desde donde se ve una segunda cascada más pequeña y parte del valle.


Cascada de hielo





















Desde allí volvimos a Cogne, donde continuamos con nuestra visita. Durante el camino de vuelta, ya en la carretera, paramos en otra cascada, que aunque no era tan alta ni tan bonita, tenía un buen caudal de agua.

De regreso a Aosta, y después de un descanso en el hotel, salimos a continuar con nuestra visita de la ciudad y cenar sentados tranquilamente en la terraza de un restaurante.



Se había terminado la segunda etapa de nuestro viaje,  habíamos comenzado en Francia, entre Annecy y Chamonix; habíamos continuado con nuestro recorrido por el Valle de Aosta, nuestra siguiente meta era el Piamonte, más concretamente la ciudad de Turín.

Abandonábamos los Alpes y hermosos entornos naturales para adentrarnos en paisajes urbanos.  Turín nos esperaba.


Día 7: Ivrea y Turín.

Salimos muy temprano de Aosta para dirigirnos a Turín a 128 km de distancia en la región de Piamonte.

Aunque la carretera nacional que atraviesa el valle es más bonita, como ya la habíamos hecho cuando llegamos hasta Bard, en esta ocasión decidimos ir por autopista para llegar antes a Turín y aprovechar bien el día. 


Ivrea junto al río Dora Baltea

Habíamos leído que Ivrea iba a ser nombrada Patrimonio de la Humanidad, y aunque en un principio no estaba en nuestros planes visitarla, quisimos aprovechar que pillaba de camino  a Turín para pasar allí unas horas y conocerla.

Ivrea es una bonita ciudad piamontesa a 84 km de Aosta y 54 km de Turín cuyo centro histórico se encuentra en un cerro en la orilla izquierda del río Dora Baltea. Esta población de origen romano y con un papel importante durante la Edad Media, era una bonita visita de la que podíamos disfrutar en esta zona transalpina.


Catedral de Santa María de la Asunción

















Claramente no pudimos ver todo lo que nos hubiese gustado, pero subimos hasta el castillo y la catedral además de pasear por algunas callejuelas de la parte vieja.


Vista desde lo alto del cerro
Entrada a la cripta de la catedral


















Subimos en coche hasta donde fue posible y después de perdernos y dar algunas vueltas llegamos a la Piazza del Duomo.  En esta plaza encontramos la iglesia de San Nicolas de Tolentino y por supuesto la catedral.

La catedral de Ivrea corona el cerro de la parte vieja junto al bonito castillo rojo, siendo muy  visible desde casi cualquier punto de la ciudad. Sus orígenes datan del siglo X y a mediados del siglo XVIII fue reedificada, por lo que su fachada es de estilo neoclásico. Cuando terminamos de visitarla, bajamos hasta la cripta románica y vimos los restos de pinturas al fresco de los siglos XII y XIII.


Cripta románica de la catedral

Muy cerca de allí, detrás de la catedral se halla el Castillo de las Tres Torres, punto de referencia de la ciudad, fue construido en el siglo XIV por Amadeo VI de Saboya. Inicialmente tenia cuatro torres, pero un rayo destruyó una de ellas en la que se almacenaba pólvora. Desde entonces el castillo luce desigual.


Castillo de Ivrea

Nos encontrábamos en lo más alto del cerrro, en este punto teníamos unas fabulosas vistas de la ciudad.

Desde aquí continuamos nuestro camino a Turín, a 54 km de distancia, para llegar a muy buena hora,  dejar las maletas en el hotel y rápidamente comenzar otra etapa de nuestro viaje. 


Turín desde el mirador de Los Capuchinos



















Turín es una capital con aires señoriales.  La atractiva capital del Piamonte se encuentra en un entorno privilegiado, protegida por la impresionante barrera de los Alpes y bañada por las aguas del río Po

Es en ese entorno donde se encuentran las maravillosas residencias saboyanas, rodeadas por enormes jardines y reconocidas por la Unesco Patrimonio Mundial de la Humanidad. La ciudad nos cautivó con su estilo elegante y su personalidad, sus iglesias y suntuosos palacios, sus grandes avenidas y magníficos museos. 

Porta Palatina
Recorrimos el centro de la ciudad bajo sus magníficos pórticos de la época barroca, visitamos alguno de sus museos, y degustamos un típico chocolate en alguno de sus cafés históricos mientras descubríamos las huellas de su importante pasado y presente industrial. Fue un auténtico placer.

Y es que la ciudad fue toda una sorpresa. Conocíamos cosas por oídas de la Turín industrial, pero en ningún momento pensamos que llegaría a cautivarnos tan rápidamente. Algo parecido nos ocurrió unos meses atrás al visitar Milán. No hay nada mejor que una grata sorpresa.

Plaza del Duomo y la Catedral
Nuestro estupendo hotel estaba situado junto a Porta Palatina, frente a la catedral, apenas a dos minutos caminando. Nada más salir del hotel nos encontrábamos en la Piazza San Giovanni, a los pies del Duomo.

La Piazza Castello, en el antiguo centro medieval, era el mejor punto para iniciar nuestra visita, la majestuosidad de su arquitectura fue un anticipo de lo que la ciudad nos deparaba.

Piazza del Castello y Palacio Madama
En la plaza nos causaron admiración dos magníficos edificios: el Palacio Madama, castillo medieval transformado en palacio barroco; y el Palacio Real, con unos espléndidos jardines en la parte posterior y  donde residió Victor Manuel II, primer rey de Italia. Ambos edificios son Patrimonio de la Humanidad.


Palacio Real
Justo detrás del Palacio Real se levanta la Catedral de San Giovanni. Es el único edificio renacentista de la ciudad, y es célebre por albergar la Sindone o Sábana Santa, el sudario con el que se envolvió a Cristo tras la crucifixión. El original se muestra en contadas ocasiones, pero una fiel réplica se expone en el templo.

Vitrina de la Sábana Santa en la Catedral
Jardines del Castillo

















A escasos metros de la Catedral, y junto a nuestro hotel, se llega a Porta Palatina, en la Plaza de Caesare Aurgusto, donde encontramos una puerta de ladrillo rojo, antigua entrada a la ciudad y uno de los mejores vestigios que se conservan de la colonia romana Augusta Taurinorum, la colonia fundada por Octavio.

Cerca de allí se encuentra la Piazza della Repubblica, con el mercado al aire libre más grande de Europa y un poco caótica. Podemos dar fe de esto pues tuvimos que atravesar la plaza a nuestra llegada en horas del mercado para llegar a nuestro hotel situado muy cerca de allí


El antiguo Castillo en la parte de atrás del Palacio Madama
Dimos unas vueltas por las céntricas plazas y después entramos en la oficina de turismo a pedir información. Fue un momento divertido charlar con un empleado que además de hablar un perfecto español, se sentía muy interesado por nuestro país, nuestras series televisivas y nuestra literatura.


Palacio Madama. Patrimonio de la Humanidad por la Unesco
A continuación comimos en una pizzería de la Via Garibaldi junto a la Piazza del Castello. Cuando acabamos de comer entramos en el museo del Palacio Madama.

El Palacio Madama, del siglo XIII, es hoy el Museo de Arte Antiguo. Es imprescindible ver la ciudad desde su torre y pasear por sus jardines. Después de comer entramos al museo y desde su torre hicimos nuestras primeros fotos de la ciudad. Nos gustó mucho el pequeño jardín junto a los muros del castillo. Este palacio debe su nombre a la Madama Reale María Cristina, viuda de Víctor Amadeo I.

Museo Arte Antiguo en Palacio Madama





















A la salida del Palacio Madama, comenzamos a caminar por la Via Roma, junto a tiendas de grandes firmas. Sabíamos que el Museo Egipcio se encontraba en una calle paralela muy cerca de allí, y que era uno de los mejores del mundo, pero no teníamos tiempo para visitarlo. 

Continuamos paseando hasta encontrarnos en la Piazza San Carlo, una de las plazas más vitales de la ciudad. En esta plaza, como en Via Roma, encontramos elegantes tiendas. 

Piazza San Carlo con las iglesias de San Carlo y Santa Cristina
La Piazza San Carlo está franqueada por soportales que cobijan algunos antiguos cafés, como el imprescindible Café Torino, de estilo art nouveau y en el que entramos a tomar un cóctel al día siguiente.

Después de admirar los pórticos y edificios que la rodean, entramos a visitar las dos iglesias gemelas de estilo barroco que ocupan el lado sur de la plaza, la iglesia de San Carlo Borromeo y de Santa Cristina, del siglo XVII. 


Galeria Subalpina
Café Baratti & Milano





















Volvíamos por calles paralelas a Via Roma, y casi llegando de nuevo a Piazza del Castello, en la preciosa Galeria Subalpina, encontramos el elegante café Baratti & Milano, todo un icono de la ciudad. 

En el Café Baratti & Milano, que desde su apertura en 1858, fue proveedor oficial de chocolate de la aristocracía piamontesa, paramos de nuestro deambular por Turín para saborear unos buenísimos chocolates a la taza y un típico bicerín, una reconfortante bebida a base de café, chocolate y nata.

El café es de estilo modernista y está decorado con espejos, dorados, estucos y muebles de marquetería. Todo lo que se espera de un café del siglo XIX.

Soportales en Via Po
Nada más salir del café, detrás del Palacio Madama nos encontramos con una de esas calles porticadas, la Vía Poque continua en dirercción al río hasta desembocar en la Piazza Vittorio Veneto. Bajo sus soportales se suceden tiendas donde se venden selectos productos de diseño italiano, numerosas confiterías y bares. 
Mole Antonelliana

Caminando por la Via Po y girando a la izquierda por Vía Montebello, llegamos hasta la Mole Antonelliana, el símbolo de Turín. Un bonito edificio rematado con una aguja de 167 metros, proyectado en el siglo XIX como sinagoga. 

En la actualidad aloja el Museo Nacional del Cine, una invitación a viajar a través de la historia del cine, con fotografías y escenarios de películas. Merece la pena pagar el suplemento y subir a la terraza en el ascensor acristalado para disfrutar de la vista de la ciudad y del paisaje alpino que la rodea. Una vez dentro, aprovechamos para comprar un regalo en la tienda del museo.

La Via Po desemboca en la Piazza Vittorio Veneto, con sus terrazas y restaurantes es un buen lugar para hacer un descanso y beber un vermut, bebida originaria de esta ciudad.


Queríamos subir al Monte de Los Capuchinos al atardecer para desde el mirador disfrutar de una de las mejores vistas de Turín. Nos habían dicho que la mejor luz  era al atardecer, y allí nos dirigimos. Queríamos ir por la Via Po hasta el río y después subir al mirador.


Piazza Vittorio Veneto

Pasado el Puente Vittorio Emanuele I, construido a comienzo del siglo XIX, nos aguardaba la iglesia de la Gran Madre di Dio, un bello templo con cúpula semicircular y frontón neoclásico. Aquí comienza el "pulmón de Turín". Mansiones y palacetes asoman entre la vegetación, creando un entorno de placidez y elegancia.


Iglesia Santa María del Monte. Convento de los Capuchinos
Caminamos unos minutos junto al Po y poco después, tomando un sendero nos adentramos en el parque que sube hasta el mirador del Monte de Los Capuchinos.

Habíamos hecho  una buena caminata, no habíamos parado de un lado a otro en todo el día, que digo en todo el día, en todo el viaje. 

Cuando llegamos arriba nos sentamos en el murete del mirador para descansar ante la bellísima panorámica de Turín, y allí, dejamos que llegase el atardecer sin movernos, disfrutando del paisaje. Es verdad que no era ni el Mont Blanc ni el Cervino, pero sabíamos que era un momento mágico y que Turín nos había hechizado.


Mirador de Los Capuchinos junto al río Po
Después caminamos de nuevo por la Via Po. Estaba animadísima, gente cenando, tomando una copa... divirtiéndose. Nosotros cenamos en una trattoria, bajo un soportal y a continuación volvimos al hotel.


Día 8: Turín.

Turín es la Ciudad  del  Barroco. Fue la primera  capital de  la reunificada Italia  en la  década de 1860  y es  conocida  por el barroco  que en  esta ciudad  alcanzó  una  dimensión  especial,  naciendo  un  nuevo estilo, el barroco  piamontés, de  aquitecturas  sobrias,  refinadas y elegantes.  


Vista de la Plaza del Castillo desde la torre del Palacio Madama.

La ciudad  presume de  tener un pasado señorial  que se refleja en palacios barrocos,  en  la belleza de  sus plazas, en  museos  de arte  y  en  cafés modernistas.  Pasear   por   Turín  había   sido   toda  una  revelación   y estábamos ansiosos de continuar nuestra visita. 

Soportales Via Roma
Una característica de Turín son sus casi veinte kilómetros de calles porticadas. Se crearon en el siglo XVII para evitar a la nobleza la incomodidad de la lluvia y del sol. Unos siglos más tarde, también a nosotros nos resultó muy cómodo caminar bajo los soportales mientras diluviaba o calentaba demasiado el sol. Y es que en los dos días pasados en Turín, llovió, hizo calor, volvió a llover...

Otro lugar interesante es la Plaza Borgo Dora, una explanada que acoge el mercado navideño de Turín.

Ribera río Po
Aunque nuestro deseo al llegar era el de hacer un paseo en barco por el río Po, no fue posible, en la actualidad no hay barcos que naveguen el río cerca de la ciudad.


Lo primero que hicimos por la mañana fue pasear por la zona más antigua de la ciudad, justo detrás de nuestro hotel, junto a Porta Palatina.
Nos recordaba a Milán, a la zona de Breda, aunque personalmente me gustó más el barrio milanés.

Iglesia de San Lorenzo en Piazza del Castello

A continuación aparecimos de nuevo en la Piazza del Castello y entramos en la iglesia de San Lorenzo. Aunque tiene una sencilla fachada, el interior es exquisito y bellamente ornamentado. Sin duda, lo más destacado de esta iglesia es la gran cúpula octogonal que cubre el espacio central. 

Aunque la iglesia de San Lorenzo pasa desapercibida en el urbanismo de la Plaza del Castillo, destacando sólo su gran cúpula, merece la pena entrar y descubrir el contraste con el interior del templo, totalmente barroco y decorado hasta el último detalle. En la iglesia se conserva  una copia sobre tela fotográfica de la Sabana Santa

Copia Sábana Santa en la Iglesia de San Lorenzo
Tranvía restaurante

















Queríamos ir hasta el Parque Valentino para visitar el Borgo Medieval, tomamos la Via Roma hasta la Plaza de San Carlos y seguimos hasta llegar a la estación Porta Nuova, en el Corso Vittorio Emanuele II, desde allí nos dirigimos hacia el río para entrar el el parque.


Estación  Puerta Nueva en Turín

Nosotros fuimos caminando todo el trayecto hasta el final del parque, para luego volver en un autobus  hasta el Palacio Real. Cuando lo vimos en el plano de la ciudad no valoramos bien las distancias, y nos llevó un buen rato caminando hasta el castillo y burgo medieval, casi tres kilometros y medio. Más cómodo usar el tranvía o bus para esta visita. 

El parque Valentino, a orillas del río Po, es un rincón urbano arbolado que incluye el Castillo del Valentino (XVII) y el Borgo Medieval, recreación de una aldea del siglo XV, construida para la Exposición Universal de 1884.

Paseamos por el parque a lo largo del río, descansando del bullicio de la ciudad, hasta llegar al Castillo del Valetino, construido en cantera roja entre los años 1630 y 1660 como residencia de verano de los Saboya. 
Borgo Medieval

Poco después llegamos a la aldea medieval. Los detalles de la arquitectura del Borgo Medieval recrean fielmente aquellos de los edificios medievales, de hecho es la reproducción de un pueblo medieval con sus tiendas, talleres, casas y una iglesia. Atravesar la aldea es más que suficiente para admirar este lugar. 

Desde el parque volvimos al Palacio Real en autobus, llevábamos horas caminando. Desde allí, fuimos a comer a una pizzería que ya conocíamos por la zona de Piazza del Castello. Necesitábamos un buen descanso.


La Basílica de Superga vista desde la ciudad

Como no queríamos irnos sin ver la Basílica de Superga, nos acercamos hasta la colina situada al este de la ciudad donde se levanta esta bonita iglesia.


Basílica de Superga
La Basílica de Superga se encuentra en una colina en las cercanías de la ciudad. En 1717, el rey Vittorio Amadeo II mandó construir esta iglesia tras la victoria en el asedio franco-español. La iglesia es el panteón de muchos de los reyes y príncipes de la Casa de Saboya.

Desde su terraza se disfruta de una bonita panorámica de Turín y de todo el valle del río Po. Aunque nosotros subimos en nuestro coche para no perder toda la tarde,  se puede subir también en el tren cremallera Sassi.


Turín desde el mirador de la colina de la Basílica de Superga

De vuelta y más descansados, comenzamos a pasear entre Via San Francesco da Paola  y Via S. Massimo, una zona que se encuentra entre Via Roma y el río, íbamos de una plaza a otra, rodeadas de bonitos edificios y estatuas de reyes y generales. Caminando, caminando nos encontramos de nuevo en Piazza San Carlo, y como había comenzado a llover decidimos entrar al Café Torino a tomar una copa.


Piazza Carlo Alberto
El Café Torino es otro de los cafés históricos de Turín. Construido en 1903 en estilo Liberty, su época dorada fue la década de los 50. En la entrada, bajo los soportales, se encuentra el único neón original de la época que queda en la ciudad junto a la figura de un toro que hay que pisar para que nos traiga buena suerte. Nos pedimos unos cócteles y unos vinos de la región que nos sirvieron con unos aperitivos. El interior del café está decorado suntuosamente con lámparas de araña, terciopelos, mármoles  y medallones pintados.

Desde el café nos dirigimos hacia la zona del Museo Egipcio. Queríamos conocer algunas de las bonitas plazas de esa zona y los palacios que en la actualidad albergan interesantes museos como: Piazza Carlo Alberto, Palacio Carignano, Museo Nacional del Risolgimiento. Entramos de nuevo en la elegante Galeria Subalpina y la cruzamos para volver a la Piazza del Castello y nuestro hotel. 

Café Torino
En esta zona de la ciudad se encuentra Bâlon, lo visitamos la última noche que pasamos en la ciudad, como seguía lloviendo y no queríamos alejarnos demasiado de nuestro hotel para cenar, nos quedamos en una de las trattorias de la zona que hay en la placita del Jardín Bottero

Balon es uno de los sectores con mayor número de restaurantes y locales para la diversión nocturna. Descubrimos un ambiente muy agradable.

Sabíamos que dejábamos mucho por ver en la ciudad, nuestra intención era volver y conocer los palacios de los alrededores y otros museos que no habíamos visitado por falta de tiempo.

Después de cenar volvimos al hotel a preparar las maletas. Era la vuelta a casa.

Día 9: Turín-Sacra de San Michele.


Salimos muy temprano de Turín para comenzar nuestro camino de vuelta. Teníamos que hacer 708 km. de carretera hasta llegar a Colliure, donde pasaríamos la noche.

Sacra de San Michele

Aunque nuestro viaje estaba acabando, no podíamos irnos de Piamonte sin conocer un lugar emblemático de esa zona: la Abadía benedictina Sacra di San Michele. Situada a unos 38 km de Turín, en la comuna de Sant'Ambrogio, es un complejo religioso que merece la pena conocer.



Para llegar allí tuvimos que coger la autopista A32  Turín-Bardonecchia, dirección Frejus, tomar la salida Avigliana Centro, pasar junto al Lago Avigliana y subir la montaña donde se encuentra la abadía.


La Sacra San Michele, como es llamada la Abadía de San Michele dellla Chiusa, es uno de los símbolos de la región de Piamonte situada en el Valle de Susa, al oeste de Turín.



Este complejo de arquitectura religiosa es uno de los más grandes de la época románica de Europa. Su construcción data entre los años 983 y 987 y se encuentra en la cima del Monte Pirchiriano. Esto le da una perspectiva de fortaleza inexpugnable. Este monte es uno de los lugares donde se celebra el culto al Arcángel San Miguel desde hace siglos.


Subida a la abadía























Las vistas del valle son impresionantes. Por eso y por sus altas torres, la abadía inspiró a Umberto Eco  para su novela El nombre de la rosa. Ha sido durante siglos un lugar visitado por los peregrinos que recorren la Via Francigena. En la capilla principal están sepultados algunos miembros de la familia real de los Saboya.



Está localizada en el centro del camino de peregrinación de más de dos mil kilometros que une Mont-Saint-Michel en Normandia con el Monte Sant'Angelo.




Después de subir una carretera empinada y muy estrecha, dejamos el coche en el parking y caminamos hasta la entrada del monasterio por un sendero muy bonito y empinado a través de un bosque durante algo menos de un kilometro.



En la entrada encontramos la Escalera de los Muertos, con 243 escalones empinados, que constituyen la última prueba para llegar a la Puerta del Zodiaco y ya poder entrar en la abadía.















Visitar la abadía nos llevó mucho más tiempo de lo que pensamos, así que bajamos rápidamente para volver a la autopista y seguir nuestro camino.


En lugar de ir por Grenoble, queríamos volver por otra carretera que pasa junto a algunos bellos parques nacionales, bosques, una estación de esquí y un precioso lago. Sabíamos que tardaríamos algo más de tiempo por ese camino, pero lo hicimos para disfrutar de los bellos paisajes y conocer esa zona de Francia.

Panorámica del Valle de Susa desde la Abadía Sacra San Michele

La carretera pasaba por el Parque Natural del Gran Bosque de Salbertrand, luego junto al Monte Chaberton, la bonita ciudad de Briançon, el Parque Nacional des Ecrins, seguimos hasta Embrun, cruzamos por el Lago de Serre-Ponzon donde comimos, continuamos hasta Gap, desde alli bajamos casi hasta Marsella y por la autopista hasta llegar a Colliure a últimas horas de la tarde.

Aunque el camino no fue tan cómodo como por autopista y tardamos más en llegar a Colliure, no nos arrepentimos. Habíamos pasado por unos paisajes preciosos, rodeados de bosques y montañas, pasamos por Briançón, que nos gustó mucho y tomamos nota para otro viaje, también por un lago grande y bonito de aguas azules y muy animado en esta época que fue donde paramos a comer. Había sido una decisión muy acertada.

Playa de Colliure
Cuando llegamos a Colliure, dejamos el equipaje en el hotel y nos fuimos a cenar una buenísima galette en una agradable terraza junto al puerto.

Ya habíamos estado en otra ocasión en Colliure. Precisamente porque nos gustó mucho queríamos volver y pasar la última noche de nuestro viaje. 


El pueblo estaba animadísimo, dimos un pequeño paseo por el centro después de cenar y nos fuimos a dormir.

Día 10: Colliure.
Paseamos durante toda la mañana por Colliure, y poco antes de la hora de comer, salimos para hacer la última etapa de nuestro viaje hasta casa.

Aun nos quedaban más de 500 km para llegar a casa, pero no teníamos prisa. Primero visitaríamos la ciudad y ya descansaríamos más tarde.

La iglesia Notre Dame des Anges a orillas del mar
Colliure se encuentra en la región del Languedoc-Rosellón, su situación junto al mar, las callejuelas estrechas y empinadas de su antiguo barrio pesquero y su patrimonio artístico son buenas razones para visitarlo.

A pesar de ser una localidad de apenas 3.000 habitantes, fue un enclave estratégico en constante disputa con una intensa historia. Perteneció a los reinos de Aragón y de Mallorca entre los siglos XII y XVII, hasta que en 1659 España tuvo que cederla a Francia.

Casas construidas en la roca
La ubicación del pueblo es perfecta, se encuentra en una bahía, con bonitas vistas y dos lugares emblemáticos: la iglesia de Notre-Dame-des-Anges y la fortaleza o Castillo Real de Colliure.

El Castillo Real de Colliure, fue construido en cuatro etapas, desde el año 673 con los visigodos, pasando por los templarios, como residencia de verano de los Reyes de Mallorca entre 1276 y 1344, más tarde con la dinastía de los Habsburgo, hasta el siglo XVIII con los Borbones. 

El campanario de la iglesia es el antiguo faro medieval de Colliure
Paseamos por su pequeña playa de guijarros y por el centro del pueblo, con sus tiendas de artesanía, galerías de arte, las terrazas de los cafés y restaurantes... Y es que en el pueblo se respira un cierto aire bohemio. 

Colliure es conocida por ser la cuna del Fauvismo, A principios del siglo XX, artistas como Matisse, André Derain y más tarde otros como Picasso o Dalí, se sintieron atraidos por su luz especial y el color de sus casas pintadas.


Pero también es famoso porque en su cementerio está enterrado Antonio Machado, fallecido en el pueblo durante su exilio. El escritor encontró en Colliure refugio en su huída durante la guerra civil. Machado murió en 1939, sólo un mes después de llegar desde España. Sus restos siguen reposando en el cementerio del pueblo.

Y es que a Colliure no le falta de nada, sus casas con fachadas de colores, sus callejones empedrados y estrechos, el bello castillo medieval junto al mar, el pequeño puerto junto al castillo con sus barcos de maderas con colores brillantes, el característico campanario con la cúpula rosa, los artistas, un faro...

Castillo Real de Colliure
Sin duda lo más fotografiado por nosotros fue el puerto, la playa, la iglesia y el castillo; y es que forman un rincón encantador.

Desde aquí salimos camino a casa. Habíamos hecho todas las etapas de nuestro viaje, intensas, variadas, y las habíamos vivido en profundidad. Hasta esta última etapa en Colliure, que nuestro hijo no conocía, la disfrutamos mucho. Creo que para él fue una grata sorpresa por bella y por inesperada. 

Arriba en la montaña el Fuerte de San Telmo
El viaje acababa, pero en adelante hablaríamos mucho de esos días y de los hermosos lugares que conocimos.


1 comentario:

  1. Bonito viaje ,este tuyo del verano de 2018 , y blog para mi gusto , entretenido y ameno para leer .
    Tengo un blog que yo diría está escrito con el mismo estilo . Si quieres hecharlo una ojeada es : https://memoriasdemisviajesencoche.blogspot.com
    Me queda pendiente leer algún otro viaje tuyo . Emiliano

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