Oporto



Oporto era un destino pendiente y deseado, no lo pensamos dos veces para acercarnos unos días en una escapada atlántica.



Supimos algo interesante sobre Oporto, y es que dio nombre a Portugal, una ciudad que ha sabido desarrollarse conservando un carácter y patrimonio singulares, y a la vez marcada por poderosas señas de identidad.

El Duero a su paso por Oporto
Nos encontramos una ciudad popular y a la vez atractiva, con cierto aire decadente en sus calles, pero que engancha al visitante. La gran ciudad del norte de Portugal nos sedujo con su carácter bohemio, su bonito río, sus comercios antiguos, sus vinos y su gastronomía.

Una de esas señas de identidad es su dualidad, protagonizada por el río más largo de la península. En Oporto, el Duero desemboca muy ancho en el Atlántico y, al hacerlo, divide la ciudad en dos.

En primer plano el barrio de la Ribeira
El Duero fue la causa de que surgiesen dos núcleos enfrentados: Portus, en la orilla derecha, y Cale, en la izquierda. Cuando se unieron en la Edad Media, dieron lugar al condado de Portucale. Más tarde, el condado se convirtió en reino unificado e independiente, y la vieja Lusitania romana se convirtió en Portugal.

Durante nuestra visita a la ciudad, el río no siempre estaba a la vista, como tampoco su desembocadura en el Atlántico, pero lo sentíamos en los graznidos de las gaviotas nada más despertarnos en nuestro hotel, y en ese cielo gris plomizo y lleno de nubes tan típico de otras ciudades atlánticas que habíamos visitado anteriormente.

La Torre de los Clérigos y casas con fachadas de azulejos
La ciudad combina el encanto de su centro medieval con una arquitectura moderna, una animada vida nocturna y el carácter amable de su gente. Con sus fachadas de azulejos azules, sus muelles fluviales, sus barrios de callejuelas y casas amontonadas colina abajo, sus casas señoriales; es una buena elección para visitar en otoño.


Pudimos disfrutar, de una Oporto con casas de fachadas alegres y balcones de forja, y la otra con desconchones y escaleras rotas. Una, que mirábamos desde abajo a sus casas de colores ascendiendo por las colinas y otra que observábamos desde alguno de sus muchos miradores y que era un mar de tejados rojos que descendía hacia el río.


Panorámica desde Vila Nova de Gaia
Oporto es la mole de la vieja catedral gótica y los azulejos azules que cubren la capilla de Las Almas por fuera y la estación de Sao Bento por dentro, palacios señoriales en grandes avenidas y viejas casas en callejuelas empinadas, el lujo del Palacio de la Bolsa, y el ajetreo de la calle de los Clérigos, la estela de los barcos de turistas por el Duero y el traqueteo del viejo tranvía 22 entre Nuestra Señora do Carmo y la Plaza de Batalha, el olor a vino de sus antiguas bodegas y la brisa del mar en la cercana playa.

Vista de la ciudad desde la Torre de los Clérigos
Puede ser que el encanto de la ciudad sea el saber combinar lo antiguo y lo nuevo, lo sublime y lo decadente, lo refinado con lo popular. 

Conocimos la ciudad al amanecer, entre la neblina, con la piedra oscura de sus construcciones de granito contrastando con los tejados rojos.

En nuestra ruta por Oporto de tres días, comenzamos en la Estación de Porto Sao Bento. Llegamos en tren muy temprano y antes de salir hacia nuestro hotel, nos dedicamos a contemplar los preciosos paneles de azulejos de la estación.

Estación de Sao Bento
La Estación de Sao Bento se encuentra en el corazón de la ciudad, en el lugar donde anteriormente se levantaba el convento de Sao Bento del Ave María. 

Aunque su fachada exterior de granito es muy bonita, su verdadero tesoro se encuentra en su interior, los excelentes murales del vestíbulo de la estación de trenes, con más de 20.000 azulejos, cuentan episodios destacados de la historia de Portugal ilustrados a mano en 1905. 
Paneles de azulejos en el vestíbulo de la estación
La estación, de estilo modernista, es obra de José Marques da Silva, quien también proyectó el Teatro Nacional de Oporto en la Plaza Batalha.

Desde luego es una visita imprescindible en la ciudad. Merece la pena acercarse hasta la estación.

Era tan temprano que estaba todo cerrado, así que nos dirigimos a pasear por la Plaza de la Libertad y la Avenida de los Aliados.


Plaza de la Libertad y Avenida de los Aliados
Esta avenida es la zona que se extiende entre el Palácio das Cardosas, sede del Hotel Internacional en la Plaza de la Libertad, y el Ayuntamiento de la ciudad.

Ayuntamiento
La avenida de los Aliados junto con la Plaza de la Libertad es lo que vendría a ser la plaza central de Oporto, presidida por el bonito edificio del Ayuntamiento.

Es en esta plaza donde se reúnen los portuenses para las celebraciones de Fin de Año con fuegos artificiales, los conciertos de la fiesta de San Juan y otros eventos que se llevan a cabo a lo largo del año.

Casi todos los edificios que rodean la plaza son de finales del siglo XIX o principios del XX, hechos en un majestuoso estilo modernista y llenos de detalles. En los edificios destacan las esculturas de mujeres y hombres que sobresalen de sus fachadas.


Estatua del rey Pedro IV
Actualmente estos edificios son las sedes de bancos, compañías de seguros y un periódico.

En la Plaza de la Libertad hay una estatua de bronce de D. Pedro IV a caballo y una curiosa estatua de mujer desnuda y sonriente que representa la Juventud de Henrique Moreira.

Aconsejamos visitar el McDonalds que se encuentra frente a la plaza. Sin duda es el más bonito que he visto nunca pues mantiene el estilo modernista por dentro y por fuera de un antiguo café.


Catedral
Desde la Avenida de los Aliados y subiendo desde la estación de Sao Bento, nos dirigimos a Terreiro da Sé, una amplia explanada en la cima de una de sus colinas y espléndido mirador urbano. 

Interior de la Catedral
En esta colina encontramos la Catedral y el Palacio Episcopal, en el barrio de Batalha, el centro histórico y el punto más alto de la ciudad. 














Construida durante los siglos XII y XIII y reformada en el XVII, es un edificio austero, su fachada recuerda al de una fortaleza, con almenas incluidas. En ella se mezclan estilos barroco, románico y gótico.  


La Catedral y el Palacio Episcopal
Una pequeña puerta lateral da acceso al claustro del siglo XIV, que es el elemento más interesante de esta visita. La decoración del claustro está realizada con los tradicionales azulejos azules y blancos característicos de la ciudad y muestran escenas religiosas del Cantar de los cantares.

Desde la explanada se observa una preciosa panorámica de la ciudad.




Desde el claustro se accede a la Casa do Cabildo, del siglo XVIII, donde se expone el tesoro de la catedral, una colección de objetos de orfebrería religiosa, pinturas y muebles.

Los tres edificios religiosos más destacados de Oporto son la Catedral, los Jerónimos y la iglesia de San Francisco.

A los pies de la colina, el burgo medieval sigue siendo un laberinto de callejuelas, estrechas y tortuosas, que descienden hasta el río. Este conjunto resulta un enjambre unitario, un barrio pintoresco lleno de vida.

Nos acercamos hasta el puente y desde allí, mientras esperábamos el trenecito que nos llevaría a la bodega de Vila Nova de Gaia que visitaríamos, nos asomamos desde la plataforma metálica superior del puente con la vista sobre el Duero y la ciudad.

Viejos rabelos bajo el puente de Don Luis I
El Puente de Don Luis I es uno de los elementos más representativos de la ciudad. 

El espectacular puente de hierro Don Luis I, proyectado por un discípulo de Eiffel, salva el Duero con su impresionante arco de 172 metros y conduce a Vilanova de Gaia, el centro donde se envejece y comercializa el vino de Oporto.


Arco metálico de 172 metros
Se compone de dos pasarelas, una superior por donde pasa el tranvía y una inferior para vehículos, con espacio para los peatones en ambos niveles. Fue inaugurado en 1886 para acompañar al crecimiento de la ciudad.

Uno de los atractivos más populares de la ciudad, además de este bonito puente, son sus bodegas centenarias donde se elabora el famoso vino de Oporto. Nosotros combinamos un paseo en barco por el Duero, la visita a las bodegas con una cata de vinos en ella,  y el recorrido en tren turístico por el centro de la ciudad.


El trenecíto turístico nos recogió junto a la catedral y cruzamos el río por el Puente del Infante hasta Vila Nova de Gaia, donde estaba la bodega que queríamos visitar. Mientras cruzábamos este puente, disfrutamos de una bonita vista sobre el Puente de Don Luis I. En las bodegas nuestro guía nos explicó el proceso de elaboración del vino de Oporto.

Este vino refinado y de alta graduación ha hecho célebre la ciudad en todo el mundo, aunque, en realidad, el vino se produce lejos de aquí, en las laderas del alto Duero.




Antes el mosto se transportaba en rabelos, viejos barcos que nos recordaban las góndolas venecianas; y aunque ahora estas embarcaciones tienen un papel testimonial, las compañías vinícolas las conservan atracadas en los muelles.

Las bodegas que visitamos
Desde la bodega, el trenecito nos llevó de vuelta al centro de Oporto y nos hizo un recorrido por toda la parte antigua de la ciudad. Con este paseo por el centro, nos hicimos una buena idea de donde estaban situados los edificios que queríamos visitar.

Nosotros reservamos este tour antes de viajar a Oporto para poder hacerlo en cualquier momento del día, pero también es posible contratarlo  en los diferentes puntos turísticos situados por la ciudad.


Como el trenecito nos dejó junto a la Catedral, en el mismo lugar donde nos recogió, decidimos bajar hasta la Ribeira para coger el barco y hacer el pequeño crucero por el Duero antes de continuar con la visita a la ciudad.

El desnivel desde esa zona, que es una de los cerros más altos de la ciudad, hasta el barrio de la Ribeira se puede salvar por unas escaleras que empiezan en la explanada de la catedral, junto al Palacio Episcopal, para acabar justo en el río, en la zona del muelle donde están atracados los barcos turísticos y los restaurantes del paseo. 

Bajando hasta el río























Otra opción es bajar por una calle peatonal muy empinada y pintoresca situada detrás de la catedral, que desciende junto al puente y acaba en los muelles de la Ribeira, pero bajo el puente de Don Luis I, a unos metros de los puestecitos que venden recuerdos y objetos de artesanía locales y terrazas de los restaurantes de la zona.

Al borde del agua se extiende el popular barrio de la Ribeira. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en sus muelles se cargaban  y descargaban las mercancías que iban y venían de las colonias ultramarinas y las grandes navegaciones. 

El paseo de la Ribeira
Terrazas de bares y restaurantes llenan de animación este barrio de origen medieval.

Subiendo para el crucero por el Duero
Lo que nosotros encontramos fueron los muelles donde atracan barcos para turistas, que remontan el río hasta la frontera española y casas multicolores que albergan tabernas o bares para catas de vinos; algunas se han rehabilitado como hoteles; pero en las calles, mercadillos y puestecitos siguen negociando como hace siglos.

El crucero que hicimos por el Duero fue imprescindible para disfrutar de la fachada de la ciudad y de sus bonitos puentes, como el de Don Luis I, construido en 1886 por Teófilo Seyrig, discípulo de Gustave Eiffel. También para acercarnos hasta las bodegas de la otra orilla del río y casi llegar hasta la desembocadura en el Atlántico.


Una hora después, cuando acabó el paseo en barco nos quedamos a comer en una de las terrazas de la Ribeira .



La Ribeira es una de las zonas más bonitas y animadas de Oporto, un lugar para pasear y sentarnos a disfrutar tranquilamente de su ambiente mientras nos tomábamos un vino frente a las fachadas de colores junto al río, y con una variada oferta gastronómica siempre con vistas al puente metálico Don Luis I y a las bodegas de Vila Nova de Gaia.



Después de comer, mientras paseábamos por las calles cercanas, nos encontramos con la Casa do Infante. Una bella casa construida en 1325 donde nació Enrique el Navegante, una de las figuras más importantes del inicio de la Era de los Descubrimientos. 

Casa do Infante














Desde allí nos dirigimos a la Rua do Infante D. Henrique, una calle paralela al río, con mucho tráfico y muy animada, para entrar a visitar una de las iglesias más significatívas y de Oporto: la Iglesia de San Francisco, el Museo de la Orden de San Francisco y las catacumbas situadas bajo la iglesia.

La iglesia de San Francisco fue construida en granito en el siglo XIV y es el mejor ejemplo de arquitectura gótica de la ciudad, aunque su pórtico y la decoración interior es de estilo barroco.

Iglesia de San Francisco













La iglesia es tan dorada y repujada que resulta abrumador. Parece ser que se emplearon 300 kilos de polvo de oro para su decoración. 

En su interior se encuentran diversos retablos de estilo Rococó con tallas doradas y la bella escultura de madera policromada que representa el árbol geanológico de Jesús: el Árbol de Jesé .

La iglesia de San Francisco está considerada el mejor ejemplo de decoración barroca y rococó de Portugal. Es una visita que no hay que dejar de hacer si se viaja a Oporto.

Interior de la Iglesia de San Francisco
También visitamos las catacumbas que hay bajo la iglesia y el Museo Religioso que hay en el edificio anexo. En estas catacumbas se encuentran enterrados muchos de los hermanos de la orden así como algunas familias nobles de la ciudad.



También hay un osario con cientos de huesos humanos que pudimos observar a través de un cristal colocado en el suelo.

Palacio de la Bolsa
La ciudad también tiene grandes edificios civiles como el Palacio de la Bolsa, con su fascinante Sala Árabe.

Uno de los edificios que hay que visitar en Oporto es el impresionante Palacio de la Bolsa, sede de la Cámara de Comercio de la ciudad. De estilo neoclásico, fue declarado Patrimonio de la Humanidad y se encuentra en el barrio de la Ribeira, justo donde estaba el convento de los franciscanos.

Sala Árabe
Su construcción comenzó a mediados del siglo XIX hasta 1891, casi cincuenta años, debido en parte a las suntuosas salas y obras de arte de importantes escultores y artistas portugueses.


Al entrar, lo primero que encontramos fue el  hermoso Patio de las Naciones, un patio acristalado donde se exhiben los escudos de los países que han tenido algún vínculo con Portugal. Era la antigua sede de la Bolsa de Oporto, de ahí el nombre del edificio.

Continuamos con nuestra visita guiada a través de una elegante escalera de granito y mármol que sube a la segunda planta, y que según nos contó nuestra guía tardaron en construirla cuarenta años. 


Elegante escalera de granito y mármol
Luego seguimos por una serie de bellas estancias, como la Sala Dorada, la Sala de las Asambleas Generales, que parece cubierta de madera pero es estuco barnizado, hasta llegar a la impresionante Sala Árabe.

Monumento al Infante Don Henrique
Esta sala de estilo morisco, inspirada en la Alhambra de Granada, es donde se llevan a cabo las recepciones oficiales y desde luego es toda una sorpresa encontrar esa decoración en un edificio de Oporto.

También visitamos el despacho de Gustave Eiffel, que vivió en Portugal desde 1875 a 1877, durante la construcción de varias obras suyas en el país.

Fue una de nuestras mejores visitas de la ciudad. Como hay visitas guiadas en varios idiomas, hay que estar un poco antes para elegir el idioma.

Iglesia de la Misericordia en la Rua des Flores
Al acabar la visita del palacio, nos dirigimos callejeando por el centro de la ciudad hasta nuestro hotel, queríamos descansar un rato antes de ir a cenar al famoso Café Guaraní en la Avenida de los Aliados.

Habíamos oido hablar de este café. Fundado en 1933 y conocido también como el café de los músicos, con un bonito estilo modernista y s  pinturas en sus paredes de artistas locales, como un buen restaurante para cenar escuchando Fado en directo. 

Café Guaraní en la Avenida de los Aliados

El café es muy bonito, los camareros muy profesionales (los camareros portugueses son muy amables), la cena buenísima y el ambiente muy cosmopolita.

A la mañana siguiente nos dirigimos hacia la Iglesia de los Clérigos. Habíamos leído que para subir a la torre se formaban largas colas y queríamos que fuera nuestra primera visita del día.



Iglesia de los Clérigos
El conjunto formado por la Iglesia y Torre de los Clérigos es uno de los monumentos más emblemáticos de Oporto. Se alza en el centro de la ciudad y es visible desde muchos puntos.

La construcción encargada por la Hermandad de los Clérigos Pobres se inició en el año 1732 y se terminó en el 1763. Se asienta sobre el conocido popularmente como Cerro de los Ahorcados, terreno donde recíbian sepultura los ajusticiados en la horca o los que morían fuera de la religión.

Cuando llegamos, después de subir una empinada y concurrida calle, ya había mucha gente esperando para subir a la torre, nos avisaron que alrededor de dos horas de espera, por lo que cambiamos un poco nuestros planes, decidimos visitar la iglesia y volver a intentar subir al campanario en otro momento.

Interior de la Iglesia de los Clérigos
Nada más subir la calle, lo primero que llamó nuestra atención fue la monumental escalera por la que se accede a la entrada principal de la iglesia y su fachada principal, de estilo rococó y ornamentado con guirnaldas y conchas. La iglesia fue diseñada por el arquitécto italiano Nicolau Nasoni.

Dentro de la iglesia observamos la enorme bóveda revestida con mármol y sostenida por 12 columnas con un gran escudo de granito en el centro con las siglas A.M. (Ave Maria), y decorada por imágenes religiosas. También es muy bonito el retablo de mármol policromado del altar principal.

El tranvía 22 que circula por el centro
Salimos de la iglesia y como seguía habiendo mucha gente para subir a la torre, decidimos visitar la preciosa Libreria Lello

Desde la Torre de los Clérigos, cruzamos los jardínes de la Plaza de Lisboa, y en apenas tres minutos llegamos a la Rua das Carmelitas 144, la calle donde se encuentra la famosa librería.

Fachada Libreria Lello & Irmao
Tuvimos que hacer cola durante unos cuarenta minutos antes de poder visitar la libreria, antes de entrar tuvimos que sacar los tickets en otro local junto a la librería.

La libreria Lello & Irmao es  imprescindible en un lugar como Oporto de gran tradición literaria.

Escaleras de madera  de la libreria


















Esta librería neogótica del centro histórico de Oporto atrae a cientos de visitantes diariamente, aunque son pocos los interesados en sus libros.

Cuando entramos comprendimos por qué para muchos los libros son lo de menos, esta librería de 1906 es un espacio ideal para dejar volar la imaginación, si no fuera por los numerosos turistas, que como nosotros, hacían cola para entrar a visitarla.


Una fantástica vidriera que ilumina la sala, estanterías que llegan hasta el techo, y sobre todo  su maravillosa escalera central que recuerda la del Colegio Hogwarts en la película de Harry Potter. 

Rectorado Universidad de Oporto
La librería Lello & Irmao es reconocida como una de las librerías, que no biblioteca, más bellas del mundo. 

Desde la librería, subiendo la calle, llegamos en un par de minutos a la plaza donde está el Rectorado de la Universidad de Oporto y la bonita Fuente de los Leones


Iglesia do Carmo e Iglesia de los Carmelitas. Fuente de Los Leones
En un momento nos plantamos en la Rua do Carmo, junto a las fachadas de dos preciosas iglesias: Iglesia de los Carmelitas Descalzos y la Iglesia del Carmen.

La Iglesia do Carmo fue construida en la segunda mitad del siglo XVIII  por el arquitecto José de Figueiredo Seixas y está adosada a la Iglesia de los Carmelitas.


Paneles de azulejos de la Iglesia do Carmo
















Ambas fachadas de granito y con una rica decoración común forman uno de los edificios más notables del rococó portuense y está clasificado como Monumento Nacional.

Destaca la gran fachada lateral de la Iglesia do Carmo, cubierta con un gran mural de azulejos azules y blancos elaborado en 1912 y que forma una de las mayores y más exquisitas muestras de azulejos de la ciudad. El mosaico representa la fundación de orden de los carmelitas.

En el interior encontramos bonitos retablos dorados de estilo rococó del siglo XVIII.


Una curiosidad de este edificio es que las dos iglesias están separadas por una casa a la que llaman la Casa Escondida, y que puede visitarse despues de 250 años cerrada al público.

Esta casa, con poco más de un metro de ancho, fue construida debido a una ley que prohibía a las iglesias compartir paredes.


Entrada a la Casa Escondida
Es fácil visitar la iglesia, fijarse en su espectacular fachada y en el panel de azulejos lateral y pasar por alto esta peculiar Casa Escondida, que parece ser la más estrecha de Oporto y, seguramente de Portugal.

La casa sirvió de residencia para algunos capellanes, artistas que hacían trabajos en la decoración de la iglesia y médicos que trabajaban en el hospital de la Orden.

Al parecer también se realizaron reuniones secretas en los tiempos de las invasiones francesas entre 1807 y 1811 y otros periodos convulsos del país.

Luego volvimos de nuevo a la Torre de los Clérigos, como la fila para subir se había acortado bastante, decidimos subir a visitarla y disfrutar de la panorámica desde el mirador.

Torre de los Clérigos
La Torre de los Clérigos, con sus 75 metros de altura es un símbolo de la ciudad y nosotros queríamos subir a su mirador. 


El campanario barroco de la iglesia de Los Clérigos, compuesto por 49 campanas, es la conocida Torre de los Clérigos. 

Construida en granito y mármol, tiene en su piso más alto un balcón que es un mirador desde donde se obtienen las mejores vistas de la ciudad. Solo tuvimos que subir más de 200 escalones para contarlo. Es la torre de un edificio religioso más alta de Portugal. 

Junto al puente Don Luis I es posiblemente uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. 

Después de comer era el momento ideal para visitar las playas y la zona de Foz del Duero


Así pues, cogimos el bus de la linea 500 que sale desde la Plaza de la Libertad hasta Matosiños, pasando por la desembocadura del Duero y las playas que hay a lo largo de la costa como si de un tour turístico se tratara.

Desembocadura del Duero
Junto al río la población se estira hasta encontrar el océano en una sucesión de playas y chiringuitos, todo un lujo en el casco urbano.

Las playas más turísticas son las que van desde la parada del metro hasta la desembocadura del Duero. Nosotros llegamos hasta la playa de Matosinhos y a la vuelta nos bajamos en la parada que hay junto a la Iglesia de San Francisco para continuar nuestro itinerario.


Fortaleza de San Juan Bautista
Oporto es una ciudad pequeña que se puede conocer a pie, pero hay ciertos lugares que por comodidad se puede usar el transporte público. Aunque estuvimos pensando en comprar una tarjeta de transporte para los tres días, finalmente no la compramos.


Además de la línea 500 del bus y el tranvía 22, también es muy cómodo el Funicular Dos Guindais que sirve para evitar las subidas desde la Ribeira, a la orilla del río, y el barrio de Batalha.

Acabado el tour por el puerto y las playas, nos dirigimos al puente de D. Luis I y paseamos por Vila Nova de Gaia entre las bodegas y con las bonitas vistas de Oporto al atardecer.

No queríamos irnos de Oporto sin cruzar el puente y visitar Vila Nova de Gaia, al otro lado del río. Desde esta orilla, se obtiene una de las mejores vistas de la Ribeira. El paseo hasta allí está más que justificado.

Atardecer desde Vila Nova de Gaia
Es muy recomendable subir a lo alto del Puente Don Luis I para ver una magnífico atardecer sobre la ciudad y el río Duero.

Después de disfrutar del atardecer reflejado en la fachada de la ciudad, paseamos entre las antiguas bodegas, para acabar en una de ellas tomando unos vinos, descansando y viendo como se oscurecía la ciudad, a la vez que se iluminaba el puente.


Para terminar el día, nada mejor que cenar comida tradicional y un buenísimo bacalao en uno de los pequeños restaurantes de la Ribeira, junto a una buena estufa y con las bonitas vistas del puente y de Vila Nova de Gaia.

Vista del puente desde el restaurante donde cenamos

A primera hora de la mañana entramos a visitar la iglesia de San Idelfonso y pasear por la plaza junto al Teatro Nacional Sao Joao.

Teatro Nacional San Juan
Lo primero que hicimos, antes del desayuno en el Café Majestic, fue visitar la Iglesia de San Idelfonso. 

Iglesia de San Idelfonso












De estilo barroco y construida entre 1709 y 1730,  es otro de los símbolos de Oporto. Además de por sus vidrieras, el órgano y el retablo en su interior, destaca por su fachada de 11.000 azulejos, obra de Jorge Colaço, igual que los de la estación de Sao Bento.

Después de visitar la iglesia, nos dirigimos a la calle Santa Catarina, una bonita calle peatonal y comercial para desayunar en el viejo Café Majestic.


Café Majestic















Diseñado por el arquitecto Joao Queirós, este histórico local fue inaugurado en 1921. Es un lugar perfecto para quienes buscamos, además de la experiencia gastronómica, contemplar el Art Decó de pricipios de siglo XX.













Por su situación en la calle más comercial de Oporto, fue un punto de encuentro y tertulia de políticos, escritores y artistas portugueses. En 1994 reabrió sus puertas tras años cerrado.

La calle Santa Catarina estaba animadísima. Mientras paseábamos por ella,  disfrutábamos con los escaparates de bonitos comercios antiguos.

Capilla de Las Almas
Paseamos por lugares imprescindibles como el mercado de Bolhao, en obras actualmente, o los pequeños comercios tradicionales.

También visitamos la sorprendente Capilla de las Almas, con una fachada repleta de azulejos blancos y azules.

Calle Santa Catarina
Calle de los Clérigos












La construcción de la iglesia se remonta a finales del siglo XVIII. En su interior destacan sus vidrieras y sin duda fue su fachada de azulejos lo que nos hizo entrar en ella. 

Este recubrimiento fue añadido en 1929, son casi 16.000 azulejos blancos y azules obra de Eduardo Lecha en los que se representa la vida de San Francisco de Asís y Santa Catalina.

Callejeando por el centro llegamos junto a la Catedral para desde allí cruzar el río por la parte alta del puente y subir al mirador de esta zona.

Paseamos el resto de la mañana por Vila Nova de Gaia hasta la hora de comer. 



Aprovechamos la ocasión para seguir probando la gastronomía local con  pescados, la famosa fancesinhadulces de Belen...

Cuando acabamos de comer, paseamos por la Ribeira y desde la plaza del Palacio Bolsa, subimos por el centro hasta la Avenida de los Aliados y algunos lugares que habíamos visitado anteriormente pero queríamos volver a ver antes de marcharnos.



El encanto de Oporto es uno de los secretos mejor guardados de Europa y es una ciudad ideal para una escapada de fin de semana.

Y es que llegamos a la conclusión que Oporto se actualiza conservando sus esencias. 


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