Viaje verano 2012
Viajamos a Suiza en Agosto del 2012, durante unos días estuvimos recorriendo el país y fue todo un descubrimiento.
Panorámica desde el Schilthorn |
Nos marchamos de viaje junto a unos amigos, en coche, para poder visitar el país a nuestro aire. Alquilamos una preciosa casa de campo, que había sido anteriormente una granja, muy cerquita del lago Gruyère, bien situada para nuestras excursiones.
Cuando pensábamos en Suiza, lo primero que venía a nuestra cabeza eran sus chocolates, el queso, su paraíso financiero; pero Suiza es mucho más que eso... Durante nuestro primer viaje al país descubrimos paisajes maravillosos y montañas de vértigo. Es un país de una belleza indescriptible.
Glaciar Aletsch |
Ha sido uno de los viajes más bonitos que hemos realizado, si buscais un destino para el verano os propongo Suiza. No os arrepentireis.
Eso sí, Suiza es caro, pero que muy caro.
Dicen que la Confederación Helvética se forjó en un prado del Monte Rütli cuando, en 1291, representantes de los cantones realizaron un juramento de ayuda mutua para contener los planes de Rodolfo de Habsburgo, empeñado en dominar el territorio.
Recorrer los Alpes suizos es pura emoción: glaciares, lagos, abetales sin fin, cimas que superan los 4.000 metros, vertiginosos puertos de montaña, pueblos sin vehículos a motor y trenes que suben hasta lo más alto. Todo lo que se ve y se vive es espectacular.
Cuando subimos al tren Glacier Express, viajamos por una red de túneles y puentes que cruzan montañas y sobrevuelan barrancos a lo largo de este recorrido ferroviario.
La red de teleféricos del país nos permitió subir a las cotas más altas y nos regaló vistas aéreas insuperables.
Los Alpes suizos los encontramos entre los vértices formados por Ginebra, Zermatt y Saint Moritz, el corazón alpino de Suiza. Para descubrir montañas y pueblos que parecen salidos de un cuento, como es el caso de Bettmeralp.
Día 1: Valence
Salimos temprano de casa, y después de algunas paradas y casi 900 km. de carretera, a media tarde llegamos a Valence.
Antes de cenar nos dedicamos a visitar esta antigua ciudad de la Provenza que se extiende a orillas del Ródano.
Casa de las Cabezas |
Durante nuestro paseo por la parte vieja de Valence, visitamos la catedral del San Apolinar, el edificio más antiguo de la ciudad, construida en estilo románico en la segunda mitad del siglo XI.
Aunque ha sido reconstruida en diversas ocasiones, conserva las características de la primera catedral románica. La catedral se encuentra situada en la Plaza del Mercado.
Otro edificio muy bonito es la Casa de las Cabezas, construido en 1.530 en estilo gótico flamígero y que debe su nombre a la presencia de numerosas cabezas esculpidas en su fachada.
Cenamos en la Plaza del Mercado, junto a la catedral, en una de las numerosas terrazas.
Al día siguiente por la mañana, junto con nuestros amigos, nos dirigimos a la casa que habíamos alquilado en Echarlens, a una distancia de 370 km., en Suiza, junto al Lago Gruyère, pero de camino pararíamos para comer y visitar la ciudad de Annecy, muy cerca de Ginebra.
Día 2: Annecy-Bulle
Otra vez en carretera. Salimos pronto para llegar a Annecy antes de comer y poder dar un paseo por esta ciudad de la que nos habían hablado tan bien. En apenas dos horas ya estábamos paseando por la orilla del lago y recorriendo sus calles.
Annecy es una localidad del departamento de Alta Saboya, en la regíon de Auvernia-Ródano-Alpes, situada en la orilla norte del Lago de Annecy. Ocupa una situación estratégica en el eje entre Italia, Ginebra y Francia.
Lago de Annecy |
Aunque no disponíamos de mucho tiempo, si que hicimos una pequeña visita por la ciudad, por sus calles antiguas y sus canales, paseamos por la orilla del Lago de Annecy hasta cruzar el Puente de los Amores y comimos una consistente tartiflette (receta típica de Saboya) en un restaurante cerca del castillo, en el casco antiguo.
Palais de l'Ile y canales |
Al ser nuestro paso por Annecy una etapa de camino de nuestro viaje a Suiza, nos faltó tiempo para conocer más a fondo la ciudad. Nos marchamos con el deseo de volver a esta bonita ciudad y visitarla en otra ocasión.
Durante los 158 km. que nos faltaba para llegar a nuestro destino, la carretera bordeaba la orilla suiza del Lago Leman. Dejamos atrás ciudades como Ginebra y Lausana, pequeños pueblos que veíamos desde el coche, y en la región de Lavaux, situada entre Lausana y Montreux, viñedos, muchos viñedos.
Unas vistas preciosas de terrazas de viñedos sin fin junto al lago Leman, el contraste entre el verde brillante de las viñas y el azul intenso del lago. Por eso es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Y de un lago a otro. Del lago Leman a Echarlens junto al lago Gruyère, donde íbamos a quedarnos durante la duración de nuestro viaje.
Echarlens es una comuna del cantón de Friburgo, situada en el distrito de Gruyère. Nuestra casa estaba situada en el campo, fuera del pueblo, pero bien comunicada por carretera.
Aprovechábamos las excursiones del día para hacer la compra de lo que necesitábamos para la cena en casa, mientras comentábamos como había ido el día y preparábamos la excursión del día siguiente.
La casa nos gustó mucho. El interior era muy agradable y el jardín una preciosidad. También los alrededores eran bonitos, y en un corto paseo podíamos ir al lago.
Unas vistas preciosas de terrazas de viñedos sin fin junto al lago Leman, el contraste entre el verde brillante de las viñas y el azul intenso del lago. Por eso es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Y de un lago a otro. Del lago Leman a Echarlens junto al lago Gruyère, donde íbamos a quedarnos durante la duración de nuestro viaje.
Echarlens es una comuna del cantón de Friburgo, situada en el distrito de Gruyère. Nuestra casa estaba situada en el campo, fuera del pueblo, pero bien comunicada por carretera.
Aprovechábamos las excursiones del día para hacer la compra de lo que necesitábamos para la cena en casa, mientras comentábamos como había ido el día y preparábamos la excursión del día siguiente.
Nuestra Casa en Echarlens |
Lago Gruyère junto a nuestra casa |
La casa nos gustó mucho. El interior era muy agradable y el jardín una preciosidad. También los alrededores eran bonitos, y en un corto paseo podíamos ir al lago.
A la hora de la cena, dimos buena cuenta de un buen trozo de queso gruyère y del vino que nos habían dejado como detalle de bienvenida los propietarios de la casa.
Después terminamos de organizar nuestra primera excursión en Suiza.
Posiblemente era, junto con la del glaciar, la más espectacular y queríamos hacerla lo antes posible por si el tiempo empeoraba, y perdíamos la oportunidad de disfrutar de la subida a la montaña y las bonitas vistas de los paisajes.
Sería un día de lo más completo en nuestro recorrido por Suiza. Fuimos en coche hasta Interlaken, para una vez allí, subir al Schilthorn.
Día 3: Lago de Thun-Spiez-Interlaken-Thun
Schilthorn.
Nos levantamos muy temprano y nos dirigimos hacia Interlaken, una comuna del cantón de Berna. Tomamos una carretera local durante 86 km, con bonitos paisajes y muy poco tráfico hasta llegar hasta el Lago de Thun, cerca de Spiez, un pequeño pueblo a la orilla del lago.
Spiez en el Lago de Thun |
Los atractivos de Spiez se concentran en un área muy pequeña a los que se accede subiendo una cuesta desde el embarcadero. Se trata de la iglesia-castillo, en la misma colina y construida hace 1000 años.
Desde Spiez continuamos durante 18 km por la orilla sur del lago hasta Interlaken para después continuar 18 km. más hasta el idílico pueblo de montaña de Stechelberg (922 m), a la entrada del valle Lauterbrunnental.
Stechelberg. Base del teleférico |
Subiendo en el teleférico. |
Allí cogimos un funicular aéreo que pasando por cataratas y rocas escarpadas nos llevó hasta la aldea de Mürren, a una altura de 1650 m.
Mürren es un pueblo bonito. Tras bajarnos del teleférico paseamos por su calle principal, rodeada de bonitas casas de madera construidas en típico estilo montañés con sus tejados inclinados. Esto junto al entorno hace que el paseo sea agradable.
A Mürren no se puede llegar por carretera y por ello dicen que en el pueblo no circulan coches... algo que no es del todo cierto, pues los vehículos eléctricos circulan con frecuencia por el pueblo.
Desde allí, otro funicular nos llevó al Schilthorn a una altura de 2970 m. de altitud. Es el final de la línea del teleférico.
Y es que, el teleférico no es un solo trayecto sino que tiene varias paradas intermedias en las que puedes bajar si lo deseas, en el camino de ida o en el de vuelta.
Mirador del Schilthorn y restaurante Piz Gloria |
La duración de los trayectos del teleférico al que subimos no llegaron a 45 minutos y como no había mucha gente, la subida fue agradable. Además mientras subíamos escuchábamos la melodía de la película de James Bond.
Para quienes quieran hacer una visita a este mirador, las paradas del teleférico son:
1.- Stechelberg: el inicio del teleférico, donde aparcamos el coche.
2.- Gimmelwald: ni paramos ni bajamos.
3.- Mürren: un pueblo típico de montaña.
4.- Birg: parada obligada para las pasarelas.
5.- Schilthorn: la última parada y donde se rodó la película de 007
Cartel en el Schilthorn señalando las cimas principales |
La región de Interlaken-Jungfrau-Aletsch ofrece una gran cantidad de excursiones, panorámicas y nieves eternas.
Los trenes de montaña, teleféricos y funiculares no son baratos, pero estamos hablando de lugares increíbles que vale la pena visitar cueste lo que cueste.
En el momento que pusimos pie en tierra, supimos que habíamos llegado al mirador donde se rodó la película "007 al servicio de su majestad" y que hizo famoso este lugar durante los años sesenta.
Ya arriba, el Schilthorn nos ofreció una vistas panorámicas de 360º del paisaje alpino que abarca el hermoso triunvirato de montañas Eiger, el Mönch y la Jungfrau, extendiéndose hasta el Mont Blanc y la Selva Negra si hace buen día.
La panorámica desde el mirador del Schilthorn es soberbia. La visión de los tres tenores (Eiger, Mönch, y Jungfrau) es grandiosa. Pero no solo eso, teníamos ante nosotros decenas de picos que bordeaban los 4000 metros.
En la planta superior hay un restaurante giratorio que gira 360º en una hora, el Piz Gloria; para darse un capricho. Las vistas desde el restaurantes son las mismas que desde la terraza exterior del piso inferior.
Cuando subimos al Schilthorn, nos sorprendió la poca gente que había. Aprovechamos para pasear tranquilamente por el mirador, hacernos fotos y sobre todo disfrutar del paisaje.
Como veis, subir al mirador del Schilthorn nos llevó casi 5 horas entre esperas, trayectos de teleférico, fotos, miradores y disfrutar del paisaje tranquilamente tomando un café.
Después de pasar el día en la montaña, nos dirigimos a la ciudad fortificada de Thun, a unos 46 km. de distancia y situada en la orilla del lago. Al llegar, dejamos el coche en un parking del centro y comenzamos nuestra visita a la ciudad.
Fachada de Thun junto al río |
Lo primero que sorprende de esta ciudad, y es algo que reconocimos por toda Suiza, son sus cuidadas fachadas, su gusto por los iconos, las pinturas, los ventanales antiguos; con ese estilo medieval que caracteriza a sus pueblos y ciudades y que a nosotros nos encanta.
Subiendo al castillo |
Subimos hasta la base del castillo, el icono de la ciudad, desde esa zona teníamos unas bonitas vistas de la ciudad y del lago. Nos encontrábamos en una terraza a buena altura para hacer fotos.
Otro edificio emblemático es el Ayuntamiento, construido en el siglo XV, cuenta con una bonita fachada y la pequeña torre del reloj.
Puente de madera |
Paseando llegamos al río Aar y su bonito puente de madera y flores con exclusas para controlar el nivel del río.
Paseamos por sus calles medievales, como era tarde y los comercios ya estaban cerrados, las calles estaban un poco vacías. Pero no así sus terrazas junto al río, donde nos sentamos para beber algo y descansar después de un día de lo más ajetreado.
Desde aquí volvimos a casa para cenar y disfrutar de la velada entre amigos, a la vez que organizar la excursión del día siguiente.
Día 4: Berna-Mürten
Como esta jornada iba a ser más tranquila, decidimos salir un poco más tarde y así desayunar tranquilamente en el jardín.
Nos dirigimos a Berna por la autopista, a unos 60 km de distancia de casa. Directamente dejamos los coches en un garaje que buscamos en el centro. En las ciudades suizas es casi imposible aparcar, y aunque los garajes son un poco caros, merece la pena dejar el coche y no perder tiempo.
Antes de continuar con la visita a Berna, es interesante que comente que al pasar la frontera de Suiza en coche, se paga una viñeta anual de obligado uso por carreteras nacionales. En este país no existen peajes por lo que la circulación es más rápida.
Torre del reloj. |
Plaza del Mercado. |
Berna también es una ciudad sofisticada y cultural, cultiva una atávica melomanía; en cuanto llega el buen tiempo, la ciudad se llena de músicos y de música.
Iglesia Santos Pedro y Pablo desde campanario catedral. |
La ciudad antigua se levanta sobre una pequeña península en un meandro del río Aare. Con poco espacio para los coches, Berna es una ciudad para descubrir a pie. Con casi seis kilómetros de soportales, nos asegurábamos estar a cubierto para las compras o el callejeo en un país de lluvias como este.
La calle principal de Berna es la Marktgasse, rodeada por coquetas casas con soportales de los siglos XVII y XVIII.
También la Kramgasse es de las calles más populares de la ciudad, donde destaca la Torre del Reloj con sus divertidas decoraciones y donde pudimos admirar algunas de las once fuentes monumentales, como la Vennerbrunnen y la Simsonbrunnen.
Reloj astronómico |
También son característicos los campanarios de aguja. El más famoso es el Zytgloggeturm, la Torre del Reloj. Erigido a finales del siglo XII, en 1530 le añadieron un reloj del que sale un simpático grupo de oseznos que se encargan de dar las horas.
Hay que estar cuatro minutos antes de la hora junto a la Torre del Reloj. Debajo del gran reloj se encuentra el reloj astronómico con la hora solar. Al lado se encuentran las figuras mecánicas (1527-1530).
Centro de Berna desde el campanario de la catedral |
Y es que encontramos osos por todas partes durante nuestra visita a Berna: en el escudo de la ciudad, en las fuentes, en las estatuas... También los vimos vivos en la Bärengraben, célebre osera situada en la orilla del río Aare a la que se llega tras un corto paseo.
La mejor manera de verlos es desde el puente de entrada a la ciudad, ya que se tiene una vista completa de todo el terreno que tienen para moverse junto al río.
Pero como nosotros queríamos acercarnos lo más posible a los osos, desde el otro lado, casi sobre la osera, hay un recinto con cafetería y hasta allí fuimos para ver al más famoso icono de la ciudad.
Desde aquí nos fuimos a comer a la terraza de un restaurante en la Plaza del Mercado. Un lugar bullicioso y agradable, con puestos de flores, frutas, bonitos edificios y bastantes terrazas.
Después fuimos paseando por la Kramgasse hasta la Plaza de la Catedral y nos encontramos con el Münster, la catedral de San Vicente, otro de los monumentos más emblemáticos de la ciudad.
Construida en el siglo XV, es una obra maestra del gótico tardío suizo, y el edificio religioso más alto de Suiza. Tiene un gran campanario de 100 metros de altura coronado por un pináculo que fue levantado en 1893.
Como viene siendo costumbre en nuestros viajes, subimos a la torre del campanario, que también es la más alta de Suiza con 254 escalones, con unas bonitas vistas de la ciudad con los Alpes de fondo.
En la plaza que da acceso a la catedral nos encontramos con otra de las famosas fuentes de Berna, la de Moisés.
El funicular que une la ciudad baja y la alta. |
Como viene siendo costumbre en nuestros viajes, subimos a la torre del campanario, que también es la más alta de Suiza con 254 escalones, con unas bonitas vistas de la ciudad con los Alpes de fondo.
La Plaza del Mercado con el Parlamento al fondo |
Fuente del Ogro |
En la plaza que da acceso a la catedral nos encontramos con otra de las famosas fuentes de Berna, la de Moisés.
Otros monumentos notorios son el Ayuntamiento, del siglo XV, iglesias y museos y el Bundeshaus.
El parlamento federal, de inspiración renacentista, resume el espíritu del país. Cuando la Confederación Helvética adoptó la estructura política actual, algunas ciudades optaron por Zurich, la más grande, pero los francófonos la considerarón demasiado "alemana". Finalmente se optó por Berna, próxima a la Friburgo de habla francesa y con un emplazamiento central dentro de la confederación de cantones.
Dejamos Berna para dirigirnos a Mürten. A 30 km. de la capital, esta pequeña ciudad medieval del cantón de Friburgo, en la orilla sudoriental del lago del mismo nombre, conserva su aspecto original, con los pintorescos callejones del casco antiguo y las acogedoras arcadas.
La ciudad es la frontera lingüística entre el francés y el alemán y posee un bonito paseo ribereño. Nos gustó particularmente la vista panorámica desde las murallas de la ciudadela.
Torre del reloj del Ayuntamiento. |
Castillo Mürten |
La ciudad conserva un pasado medieval muy interesante, con sus murallas y torres perfectamente conservadas. Solo el placer de pasear por sus calles empedradas, entre sus fachadas medievales, tomar un café en alguna de sus terrazas, o disfrutar de la puesta de sol junto al lago, ya merece la pena visitar Mürten.
Torre de Berna en la calle Hauptgasse y casas del siglo XV |
Al final de la calle, nos dirigimos hacia la derecha para encontrarnos con el castillo de Mürten, de estilo saboyano y una preciosa torre del homejaje. También paseamos por la zona de las murallas con sus bonitas casas de fachadas y balcones con flores y torres defensivas del siglo XIV.
Castillo |
Lago de Mürten |
La parte superior de la ciudad es la histórica y medieval, y la parte inferior la veraniega y vacacional junto al Lago de Mürten. Uno de los lagos de la llamada Riviera Friburguesa. ¡No perdais el atardecer junto al lago!
Mejor visitar esta ciudad por la tarde, cuando haya menos gente visitando el casco antiguo.
Desde Mürten volvemos a casa, se nos ha hecho tarde pero ha merecido la pena. Dos bonitas ciudades que no conocíamos.
Ya en casa, charlamos un rato en el jardín, pero decidimos cenar dentro. Hacía frio.
Día 5: Lucerna-Lago de los Cuatro Cantones-Monte Pilatus
Nos levantamos muy temprano para aprovechar al máximo el día. En una misma jornada queríamos hacer muchas cosas y el tiempo apremiaba. Nos dirigiríamos a Lucerna en coche, por la carretera A-12, a una distancia de 153 km., navegaríamos por el Lago de los Cuatro Cantones, subiríamos en el tren cremallera más empinado del mundo hasta la cima del Monte Pilatus y bajaríamos en teleférico primero y telecabina después hasta Kriens, donde cogeríamos un autobus urbano hasta la ciudad de Lucerna.
Ciertamente eran muchas cosas para un mismo día, pero no habíamos ido hasta Suiza para dormir, queríamos llenar nuestros ojos de lugares nuevos y hermosos, y de momento lo estábamos consiguiendo.
La visita a Lucerna la dejamos para la tarde, aprovechamos el día despejado para subir al monte y disfrutar de las vistas.
Saliendo de Lucerna en el barco |
Los Alpes rodean las aguas del lago de los Cuatro Cantones. En este mar interior se asoma Lucerna, corazón del lago y el puerto desde el que zarpan los barcos que lo recorren.
El lago forma un amplio brazo en su extremo sudeste, con pueblos que tienen una fuerte vinculación con la historia suiza.
Vista del Lago de Los Cuatro Cantones |
Nada más llegar dejamos los coches en un aparcamiento y nos dirigimos a los embarcaderos de la ciudad para buscar el barco que nos llevaba hasta Alpnachstad.
Para subir al Monte Pilatus, Alpnachstad y Kriens son sus accesos principales. El primero cuenta con un tren cremallera para subir a la cumbre y Kriens dispone de un funicular.
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Como acceder a la cima del Monte Pilatus |
El Lago de Lucerna es uno de los lagos navegables más bellos de Suiza (434 m sobre el nivel del mar), resulta fascinante por la belleza de sus paisajes y poder descubrirlo navegando sus aguas fue ideal, ya que nos permitió captar al máximo la belleza de las poblaciones ribereñas así como las montañas más famosas del mismo.
En la cubierta del barco. |
Noventa minutos después llegamos a Alpnachstad. Ya desde el puerto podíamos ver el tren cremallera que debíamos coger para subir al Pilatus. Tras sacar los billetes, subimos al tren y esperamos para iniciar el ascenso. Sería toda una aventura.
Vista del Monte Pilatus. |
El Monte Pilatus es una montaña de los Prealpes suizos, un símbolo de las excursiones de montaña en Suiza. No es por su modesta altura de 2.132 metros, sino por el tren cremallera que llega hasta ella, salvando pendientes de hasta un 48%.
Este tren fue inaugurado en 1889. Eduard Locher-Freuler consiguió llevar un ferrocarril a la cima del monte por un terreno abrupto y muy escarpado que requirió técnicas ingeniosas e innovadoras. De hecho, el sistema de vía y el diseño de bastidor es único en el mundo.
Alpnachstad. Base del tren cremallera |
Como el tren para dentro del hotel Bellevue, al bajar lo primero que vimos fueron las tiendas de sourvenirs. Pero nada más salir al exterior nos dimos cuenta de lo bonito que era el paisaje.
El tren cremallera llegando a la cima |
Punto de llegada, mirador y hotel |
En la cima, la realidad superó ampliamente a lo esperado, quedamos sobrecogidos por el espectáculo de la naturaleza en estado puro. Un paisaje de montañas, lagos, bosques y prados que se extendían como una alfombra infinita a nuestros pies, 360 grados a nuestro alrededor, hasta donde nos alcanzaba la vista.
Uno de los senderos |
Galerias excavadas en la montaña |
El Monte Pilatus tiene una amplia red de senderos. Hay varios miradores, a los que se accede por unas escaleras. Nosotros, tras una subida de unos 10 minutos llegamos al mirador Essel, que está junto al hotel. No exagero al decir que la vista de los lagos y los Alpes es espectacular, al igual que la panorámica del recinto del Pilatus.
También caminamos en la cima por el Drakenweg, el camino de los dragones, que discurre en parte por una galeria rocosa con buenas vistas.
Galerias y mirador |
Después de subir a miradores, caminar por galerías excavadas en la roca, subir y bajar escaleras, y disfrutar del paisaje, nos dirigimos a comer, en la misma cima, en una terraza con magníficas vistas.
Cuando acabamos de comer, era la hora de bajar para visitar Lucerna, así que nos dirigimos al teleférico en forma de trapecio y con grandes ventanales que nos bajó por la zona más abrupta del monte hasta el telecabina.
Vistas del lago desde la cima |
Durante el trayecto en el telecabina hacia Kriens, pasamos entre abetos y prados, con Lucerna al fondo, y el lago y montañas a nuestro alrededor.
La ciudad tiene sus orígenes a finales del siglo XII, creció alrededor de un monasterio benedictino fundado por unos
monjes alsacianos que llegaron al lugar en el siglo VIII; en la actualidad, sus calles y edificios, muchos de origen medieval, conforman un conjunto de gran belleza.
Bajando de la cima en telecabina |
Puente de la Capilla en Lucerna |
Desde el puente veíamos el Ayuntamiento y la Iglesia Jesuita, junto al río y casi enfrentados.
Entramos en la Iglesia Jesuita, primer edificio religioso de estilo barroco que se construyó en el siglo XVII en Suiza. Los jesuitas fueron llamados a Lucerna por el ayuntamiento en 1573 para establecer un colegio.
Ayuntamiento antiguo en la Plaza del Mercado |
El Altstadt o casco viejo de Lucerna se organiza en torno a la Kapellplaz, una plaza cuya fuente de Fritschi representa a uno de los personajes del carnaval de la ciudad. A su alrededor encontramos callejuelas empedradas con frescos en las fachadas y numerosas tiendas, restaurantes y cafés.
Torre del Ayuntamiento con casas del siglo XVI |
Cerca del puente de madera se encuentra la Hofkirche, la catedral de Lucerna. Erigida sobre el primer monasterio de la ciudad, la iglesia fue construida en el siglo XII. La magnífica puerta principal tiene tallados en ella los dos santos patronos de la ciudad: San Leodegar y San Mauricio. Del interior nos gustó especialmente el altar mayor de mármol negro, flanqueado por dos estatuas de los patrones y el impresionante órgano.
Junto a la Catedral encontramos la Rothenburgerhaus, la casa de madera más antigua de Lucerna.
En la orilla norte también se levantan las murallas que protegen el casco antiguo. Allí se puede ver el Löwendenkmal, un delicioso jardín donde está la escultura de Lukas Ahorn de un León moribundo esculpido en roca viva que mide 6 m de alto y 10 m de largo, que nos recuerda lejanas batallas, en concreto, la muerte de unos 700 mercenarios de la Guardia Suiza que murieron durante la revolución francesa.
Buscamos el majestuoso barroco de la iglesia más visitada del país, dentro de la abadía benedictina de Einsiedeln, lugar de peregrinaje. Esta abadía es un referente del arte barroco europeo. Los muros y los techos están decorados con estucos, frescos y recargadas tallas.
Y así terminamos la visita a esta hermosa ciudad. No sabría que ha sido lo más hermoso de la jornada, si la naturaleza del entorno o la belleza de la ciudad. Como no tengo necesidad de elegir, no lo hago. Me quedo con todo.
Nos esperaba el camino de vuelta a casa y una buena cena con amigos mientras comentábamos todo lo vivido en el día y organizábamos la siguiente jornada que sería más tranquila.
Flores en el antiguo puente de madera |
Y así terminamos la visita a esta hermosa ciudad. No sabría que ha sido lo más hermoso de la jornada, si la naturaleza del entorno o la belleza de la ciudad. Como no tengo necesidad de elegir, no lo hago. Me quedo con todo.
Nos esperaba el camino de vuelta a casa y una buena cena con amigos mientras comentábamos todo lo vivido en el día y organizábamos la siguiente jornada que sería más tranquila.
Día 6: Montreux-Catillo Chillon-Gruyere
Después de un día agotador, nos propusimos uno más relajado visitando dos ciudades pequeñas, a poca distancia, para así poder disfrutar también de la casa, el jardín y los alrededores.
Primeramente nos dirigimos a Montreux, a escasos 36 km, en apenas media hora estábamos allí.
Montreux es una de las localidades más agradables del Lago Lemán, hasta el punto de convertirse en una de las paradas obligadas de viajeros y turistas.
Estatua de Freddy Mercury |
Un buen ejemplo es Freddy Mercury, el cantante de la banda Queen. Esta estrella del rock eligió esta ciudad para pasar sus días de retiro y componer en la tranquilidad de sus paisajes. Hoy, una estatua junto al lago recuerda a esta figura del rock.
Y es que, Montreaux es una localidad alegre, distinta a otras ciudades suizas más austeras y sombrías. Será que en esta región manda el vino, y no la cerveza boreal.
La ciudad es famosa tanto por su festival de jazz como por su clima y excelente ubicación en el extremo oriental del lago Léman.
La ribera Montreux desde el Castillo de Chillon |
de la ciudad, con buenas vistas, y por el paseo que, bordeando el lago, te permite disfrutar de las lujosas mansiones modernistas de su orilla.
En la plaza principal de la ciudad, la Place du Marché, visitamos el mercado cubierto de estructura metálica que se construyó en 1890 con fondos donados por Henri Nestlé. Al final de esta plaza, en la orilla del lago, es donde se alza la mencionada estatua en bronce de Freddy Mercury, muy fotografiada por los turistas.
Lago Lemán y al fondo los Alpes |
Aquí acudían personajes como Rousseau, Lord Byron, Dickens, Victor Hugo, Chaikovski...
Las condiciones del terreno y el clima favorecen que se críen unos vinos blancos ricos en matices. Las viñas que rodean el lago Léman le dan un aire mediterraneo que rompe todos los tópicos.
Castillo de Chillon |
Acabamos de visitar Montreaux, y por el paseo junto al Lemán nos dirigimos hacia el castillo.
Desde la orilla del lago, una silueta romántica y poderosa se impone a nuestra mirada: es el Castillo de Chillon, el monumento más fotografiado de Suiza junto con el reloj de flores de Ginebra, y uno de los monumentos más representativos de la zona.
Un baño junto al castillo |
Interior del castillo |
Cuando visitamos su interior, que nos llevó un par de horas, pudimos disfrutar de sus murales y la decoración original del siglo XIV. También caminamos por sus torreones y visitamos la prisión. No es de estrañar que Byron, después de visitarlo publicara un poema titulado "El prisionero de Chillon".
El castillo es un laberinto de pasillos, torres y salones repletos de muebles de la época, obras de arte y armas. Ciertamente, el interior no desmerece para nada su silueta y sus muros exteriores.
Desde aquí nos dirigimos a Gruyère, a 41 km de distancia, un pueblo medieval cuyos quesos partían desde el lago a conquistar mundo.
Las queserías son una visita inevitable. Nosotros visitamos una de ellas, pero basta dar una vuelta por los alrededores de la ciudad para ver las numerosas granjas y queserías de elaboración artesanal.
El pequeño pueblo de Gruyére posee una de las estampas más bonitas de Suiza debido a su situación en lo alto de una pequeña colina sobre el río Saane, con el escenario de las montañas de los Prealpes friburgueses que actuan como telón de fondo.
Calle principal de Gruyère con el monte Moléson al fondo |
Subiendo un pequeño camino hasta las murallas, cruzamos una puerta abovedada y llegamos a una calle ancha que es el centro del pueblo.
Esta calle con casas medievales llenas de flores alberga multitud de restaurantes y terrazas que preparan raclettes de queso gruyère como no podía ser de otra manera.
Vistas de los alrededores de Gruyère desde el castillo |
Como nosotros lo visitamos por la tarde, el pueblo estaba muy tranquilo, con poca gente, por lo que nos resultó muy agradable pasear por sus calles.
Antes de subir al pueblo ya vimos en lo alto de la colina uno de los castillos más bellos de Suiza, tanto por su forma como por su situación privilegiada. Junto con el castillo de Chillon en Montreux y la fortaleza de Bellinzona son considerados el top 3 del país.
El castillo ha estado habitado desde el siglo XI al XVI por los sucesivos condes de Gruyère hasta que el último conde tuvo problemas económicos y sus posesiones pasaron a las ciudades de Berna y Friburgo. En la actualidad es un museo.
Iglesia de San Teódulo junto al castillo |
Nosotros al llegar por la tarde no tuvimos ocasión de visitarlo, pero aún así, nos acercamos hasta la entrada por las bonitas vistas de los alrededores del pueblo y del exterior del castillo.
Interior castillo Gruyère |
A última hora de la tarde, casi de noche, y después de nuestra visita a este precioso pueblo, nos dirigimos a nuestra casa.
Nuestra próxima visita sería al glaciar más largo de Europa.
Día 7: Glaciar Aletsch-Bettmeralp
En los días que estábamos pasando en Suiza, despertar con el sonido de los cencerros de las vacas y poder ver las montañas nada más abrir los ojos, era todo un privilegio para los que vivimos en la ciudad.
Eran esas experiencias de contacto con la naturaleza las que buscábamos cuando pensamos en hacer este viaje.
El glaciar Aletsch desde la cima. |
Visitar un glaciar era algo que queríamos hacer aunque fuese una vez en nuestra vida. Y además de tener cerca un lugar tan impresionante creado por la naturaleza, podíamos hacerlo desde dos cimas distintas. Era un espectáculo de la naturaleza que no se podía dejar de visitar si se viaja a Suiza.
Detallaré el acceso a dos de las mejores vistas del glaciar sin tener que caminar casi, accesible a familias con niños y personas mayores.
Nuestro plan del día era visitar el Glaciar Aletsch. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por ser el mayor ventisquero de los Alpes, el glaciar más largo de Europa, y estar situado en un lugar de fácil acceso para hacer excursiones.
Teníamos la oportunidad de contemplar un glaciar de 23 km de longitud y 27.000 millones de toneladas de hielo.
A un paso del glaciar |
Queríamos ver el glaciar desde dos puntos distintos; primero desde Betten y Bettmeralp subir al Betterhorn, y por la tarde, cogiendo un tren hasta Fiesch, subir hasta el Eggishorn.
Para contemplar esta maravilla natural tuvimos que recorrer 170 km por la autopista A-9 dirección sur, desde Echarlens hasta el pueblo de Betten (1.203 m), donde dejamos el coche en un aparcamiento y cogimos el teleférico que nos llevó hasta Bettmeralp (1.957 m), un bonito pueblo de montaña con encanto y sin circulación de coches. Desde allí podíamos ver algunas de las cimas más majestuosas del Valais suizo.
Aunque la panorámica desde Bettmeralp era excepcional, el plato fuerte llegó cuando subimos en otro teleférico hasta el Betterhorn, desde donde se obtienen una de las mejores vistas del glaciar.
Para llegar a la cima del Betterhorn, hay que subir caminando a la parte alta de Bettmeralp donde encontramos el teleférico que salva los casi 1.000 metros de desnivel hasta el punto de observación.
Desde arriba, la vista que se obtiene del glaciar es en plena curva, lo que realza su belleza. Caminamos un rato para adentramos por las rocas y acercarnos más al hielo. Junto al mirador hay una terraza donde tomar algo mientras contemplas el paisaje montañoso que hay ante ti.
Después de caminar junto al glaciar y disfrutar de la panorámica, solo nos quedaba bajar a Bettmeralp para coger el otro teleférico que nos dejó otra vez en el aparcamiento de Betten.
Se nos había hecho la hora de comer, así que aprovechamos que estábamos en Betten para comer antes de continuar con la segunda parte de nuestra excursión: ir en tren a Fiesch para subir al Eggishorn.
En el tran Glaciar Matterhorn camino de Fiesch |
En Fiesch, y tras atravesar todo el pueblo caminando, cogimos el teleférico que nos llevó hasta el Eggishorn. Con este teleférico se podía llegar a la estación intermedia de Fiescheralp o llegar hasta la cima.
Vista de Fiesch |
Fue espectacular contemplar esas enormes masas de hielo en movimiento. Aunque debido a su gran tamaño, al Glarciar Aletsch no le afecta demasiado el calentamiento global, es sobrecogedor pensar que estos gigantes de hielo desaparecerán de nuestro planeta.
Fuimos afortunados porque el cielo estaba despejado (difícil a esa altitud de 3.000 metros de altura), hasta se veían las cimas de las montañas que rodean al glaciar, y cómo se juntan las tres lenguas del glaciar, entre ellas la del Jungfrau, en la llamada Plaza de la Concordia.
Eggishorn |
Pasamos un rato haciendo fotos junto a los mojones de rocas que encontramos por el camino.
Desde el bar, sí, hay un bar en la cima, bajamos caminando un poco mientras apurábamos el tiempo para coger el teleférico de vuelta hasta Fiesch.
La excursión acabó cuando el tren nos dejó de vuelta en Betten, y cogimos nuestro coche para volver a Echarlens.
Había sido un día excepcional. Un sueño hecho realidad. Aun nos quedaban días en Suiza, pero esa excursión fue muy especial.
La excursión acabó cuando el tren nos dejó de vuelta en Betten, y cogimos nuestro coche para volver a Echarlens.
Había sido un día excepcional. Un sueño hecho realidad. Aun nos quedaban días en Suiza, pero esa excursión fue muy especial.
Día 8: Friburgo
Dimos un salto y nos asomamos a Friburgo, a 30 km de distancia de Echarlens. No confundir con la Friburgo alemana de la Selva Negra. Friburgo, capital del cantón homónimo, es una ciudad de contrastes, tan peculiar que sería una pena perdérsela.
Elevada en una península, en una hoz profunda cavada por el río Sarine, y contorneada por sus vestigios medievales, es uno de los centros históricos mejor conservados de Europa. Friburgo sigue siendo bastante francófona.
La ciudad fue fundada en 1157 por Berthold IV, duque de Zähringen, que eligió esta terraza a los pies del río Sarine para establecer una nueva ciudad amurallada y por eso la llamó Friburgo, del alemán frei, libre y burg, fortificación.
La ciudad fue fundada en 1157 por Berthold IV, duque de Zähringen, que eligió esta terraza a los pies del río Sarine para establecer una nueva ciudad amurallada y por eso la llamó Friburgo, del alemán frei, libre y burg, fortificación.
Dejamos el coche en una aparcamiento del centro y comenzamos nuestra visita por las calles del centro histórico de la ciudad.
La ciudad vieja rodea la plaza Petit Saint Jean, a la que se llega por la calle de la Samaritana. El centro de la ciudad alta es la plaza de Notre Dame, donde está la catedral de San Nicolás.
Así llegamos a la impresionante catedral gótica de San Nicolás, patrón de la ciudad y de los navegantes de su río.

Esta iglesia católica es el símbolo de la ciudad, empezó a construirse en el año 1283, en el lugar de una antigua iglesia románica que existía ya antes de la fundación de la ciudad. Está situada sobre un promontorio rocoso, cincuenta metros por encima del río y marca el inicio de la Friburgo medieval.
El edificio fue terminado entre los años 1430 y 1490 en estilo gótico. La riqueza de sus vidrieras nos dejaron boquiabiertos. En su interior descubrimos la Capilla del Santo Sepulcro.
El reto era subir a la torre principal, que mide 76 metros y tiene una escalera de caracol con 368 escalones. No apta para los que se mareen con facilidad. Desde arriba hicimos unas bonitas fotos de toda la ciudad.

Después de visitar la catedral y subir al campanario nos sentamos a comer en la terraza de un restaurante de la Rue des Alpes, una calle peatonal cerca de la catedral y con numerosos restaurantes.
A continuación seguimos paseando por la ciudad y nos acercamos hasta la Plaza del Ayuntamiento.
La zona alta y la baja se conectan con un funicular que data de 1899, y va de St. Pierre a Neuville, y sigue ahí gracias a acciones cívicas populares por conservarlo.
Subimos al funicular y después siguiendo la pasarela dimos un bonito paseo hasta la zona baja con una perspectiva del casco viejo espectacular.
Seguimos paseando junto al río, por la calle de Saint-Jost hasta llegar al Pont du Milieu, llamado por los friburgueses el puente de los pintores. Después de cruzarlo llegamos a la Plaza du Petit-Saint Jeau, llena de bares y restaurantes.
Continuamos un poco más en línea recta hasta otro bonito puente de madera, el Pont de Berne.
Lo más característico de Friburgo son sus puentes de madera, como el de Berna, originario del siglo XIII y las fuentes.
Este puente fue el primero construido en la ciudad y el único que queda cubierto. Esta maravilla de madera cubierta de flores tiene un gran parecido con el Puente de la Capilla de Lucerna que habíamos visto unos días antes, pero con mucha menos gente.
Como sus dos partes, la arquitectura de la ciudad es también dual. Los edificios neoclásicos conviven con otros medievales del gótico tardío en la zona baja, al igual que las lenguas (el francés y el alemán) que encontramos por duplicado en carteles de calles y plazas y la religión (protestante y católica).
Esta iglesia católica es el símbolo de la ciudad, empezó a construirse en el año 1283, en el lugar de una antigua iglesia románica que existía ya antes de la fundación de la ciudad. Está situada sobre un promontorio rocoso, cincuenta metros por encima del río y marca el inicio de la Friburgo medieval.
El edificio fue terminado entre los años 1430 y 1490 en estilo gótico. La riqueza de sus vidrieras nos dejaron boquiabiertos. En su interior descubrimos la Capilla del Santo Sepulcro.
En torno a la catedral gótica de San Nicolás hay unas doscientas casas con más de ocho siglos de antiguedad, lo cual es algo insólito incluso para Suiza.
Después de visitar la catedral y subir al campanario nos sentamos a comer en la terraza de un restaurante de la Rue des Alpes, una calle peatonal cerca de la catedral y con numerosos restaurantes.
A continuación seguimos paseando por la ciudad y nos acercamos hasta la Plaza del Ayuntamiento.
En la Gran Rue está el Ayuntamiento, sede del Parlamento del Cantón y ejemplo de arquitectura civil del siglo XVI. El edificio fue la primitiva fortaleza de los Zähringen y se adaptó como sede municipal en el siglo XVI, tomando el aspecto actual en el XVII. De esa época son las originales escaleras de doble rampa.
La zona alta y la baja se conectan con un funicular que data de 1899, y va de St. Pierre a Neuville, y sigue ahí gracias a acciones cívicas populares por conservarlo.
Subimos al funicular y después siguiendo la pasarela dimos un bonito paseo hasta la zona baja con una perspectiva del casco viejo espectacular.
Seguimos paseando junto al río, por la calle de Saint-Jost hasta llegar al Pont du Milieu, llamado por los friburgueses el puente de los pintores. Después de cruzarlo llegamos a la Plaza du Petit-Saint Jeau, llena de bares y restaurantes.
Continuamos un poco más en línea recta hasta otro bonito puente de madera, el Pont de Berne.
Lo más característico de Friburgo son sus puentes de madera, como el de Berna, originario del siglo XIII y las fuentes.
Este puente fue el primero construido en la ciudad y el único que queda cubierto. Esta maravilla de madera cubierta de flores tiene un gran parecido con el Puente de la Capilla de Lucerna que habíamos visto unos días antes, pero con mucha menos gente.
Como sus dos partes, la arquitectura de la ciudad es también dual. Los edificios neoclásicos conviven con otros medievales del gótico tardío en la zona baja, al igual que las lenguas (el francés y el alemán) que encontramos por duplicado en carteles de calles y plazas y la religión (protestante y católica).
Acabada nuestra visita de la ciudad, volvimos a casa a terminar la tarde con un baño en el Lago de Gruyére y una buena fondue casera hecha con quesos de la zona.
Nuestro viaje se estaba acabando. También teníamos que preparar las maletas para la vuelta.
Nuestro viaje se estaba acabando. También teníamos que preparar las maletas para la vuelta.
Día 9: Ginebra-Chambery- Nimes
Dejamos atrás el paisaje de Gruyère y la que ha sido nuestra casa estos días para dirigirnos a Ginebra, a 116 km de distancia, ya de vuelta de nuestro viaje.
En esa jornada visitamos Ginebra y Chambery. De noche llegamos a Nimes para cenar y pasar la noche.
En esta ciudad suiza junto al lago Lemán, es más fácil encontrar un banco que una frutería, se venden relojes como rosquillas, y de sus cerca de 200.000 habitantes, casi el 40% son extranjeros, procedentes de ciento ochenta naciones diferentes.
Podríamos decir que Ginebra es una enorme caja fuerte, y también el bazar mejor surtido de relojes del planeta. Alberga más de doscientos organismos internacionales, que hacen de ella una de las capitales políticas y económicas del mundo. O, sencillamente, un lugar de paso hacia el centro de Europa.
Pero los tópicos pueden no dejar ver su identidad íntima. Ginebra es una ciudad de acogida, su población celebra la conservación de su libertad de creencias, la ciudad tiene un talante abierto y tolerante. Y en eso está la clave.
Sede de Naciones Unidas |
La Convención de Ginebra estableció un código bélico más humano tras la primera guerra mundial. Y cuando se creó el embrión de una primera institución supranacional, la Sociedad de Naciones, Ginebra fue el centro elegido.
Escultura La Silla Rota |
Actualmente estos organismos oficiales están afincados en la orilla derecha del lago, la rive droite.
Cuando llegamos a Ginebra, lo primero que hicimos fue aparcar en un jardín junto al edificio de las Naciones Unidas; y aunque no pudimos visitarlo por dentro, pues son visitas guiadas, sí que estuvimos por los jardines y la plaza donde se encuentra la escultura La Silla Rota.
El Palacio de las Naciones Unidas está ubicado en medio del Ariana Park, a orillas del lago Léman. Fue construido en los años 30 del siglo pasado y hasta 1946 sirvió de sede a la Sociedad de las Naciones.
Reloj de Flores |
Plaza Bourg-de-Four. Casco antiguo de Ginebra |
Frente a la Plaza de las Naciones Unidas encontramos La Silla Rota, una escultura de madera laminada, de 12 m de altura, que exhibe una de sus cuatro patas rota.
Realizada en 1997 por Handicap Internacional, actúa como un recordatorio de la minas terrestres y bombas clústers para los políticos y los visitantes.
Catedral de San Pedro |
En la orilla derecha también se localizan los hoteles y restaurantes de lujo. Ginebra es la única ciudad de Europa con quince hoteles de cinco estrellas. También encontramos en esta parte de la ciudad los puentes, la Isla Rousseau y el Jardín Inglés con el famoso Reloj de Flores.
Molard Torre |
Aunque nosotros no tuvimos tiempo para hacerlo, en Ginebra es casi imprescindible dar una vuelta en barco por el lago Léman. Los barcos zarpan de los embarcaderos del Quai de Mont Blanc.
Interior de la Catedral |
La ciudad está llena de embarcaderos, puentes y barrios monumentales. Conserva la impronta de su pasado en cada rincón, desde la Promenade des Bastions, y su Muro de los Reformadores, al casco antiguo o la Place de Bel-Air; de la iglesia de St. Germain al Hótel de Ville; de la casa Travel a la Place du Perron o la Catedral de Saint Pierre, corazón esta última de los asuntos espirituales de la ciudad, desde la que Calvino dirigió durante 25 años los destinos de sus feligreses con mano de hierro.
En la rive gauche encontramos los negocios y las tiendas, además de levantarse el cerro que dio origen a la ciudad.
En este cerro encontramos la catedral de San Pedro, construida entre los años 1160 y 1232, en estílo románico y gótico, protestante desde la Reforma, con un gran conjunto arqueológico que se conserva en su subsuelo. El foro estaba en la vecina plaza de Bourg-de-Four, corazón de la ciudad.
En esta plaza encontramos numerosas terrazas junto a la delicada presencia de Clementine, una muchacha de bronce muy querida en la ciudad.
Subiendo y bajando de la colina fuimos descubriendo algunos hitos de la biografía ginebrina: la casa Tavel, una mansión del siglo XIV convertida en museo de la ciudad, el Ayuntamiento, el Arsenal, el museo de Arte e Historia...
Subiendo y bajando de la colina fuimos descubriendo algunos hitos de la biografía ginebrina: la casa Tavel, una mansión del siglo XIV convertida en museo de la ciudad, el Ayuntamiento, el Arsenal, el museo de Arte e Historia...
Muy a nuestro pesar, tuvimos que dejar Ginebra y seguir camino. Una hora más tarde llegamos a Chambery.
Rodeada de montañas de los pre-Alpes franceses y situada en el centro del triángulo que forman Lyon, Ginebra y Grenoble, Chambéry es una ciudad ideal para hacer un alto en una ruta por el este de Francia. Y es que no solo se trata de una ciudad llena de encanto sino que además es un destino con mucha historia y un gran patrimonio.
Chambéry fue la capital y residencia de los Duques de Saboya desde 1232 a 1536 cuando trasladaron la capital a Turín.
No habíamos hecho parada en Chambéry por casualidad. No era una ciudad cualquiera, sino la capital histórica del antiguo ducado de la Saboya, un estado independiente desde el siglo XI hasta el año 1860 en que se uniría a Francia. Chambéry es el corazón histórico de la región de los Alpes franceses.
La ciudad es pequeña, por lo que podíamos visitarla en lo que quedaba de día. La zona además es perfecta para excursiones, llena de lugares con historia y preciosos rincones naturales.
Nada más llegar, lo primero que hicimos fue buscar un restaurante para comer, el tiempo había pasado muy rápido en Ginebra y se había hecho muy tarde.
Con más energía y descansados, comenzamos a pasear por la ciudad. Sólo teníamos unas horas para la visita y queríamos aprovecharlas al máximo.
Cuando salimos del restaurante, giramos una esquina y nos encontramos con un tren turístico en la Plaza Saint Léger.
Como no sabíamos por donde comenzar nuestra visita por la ciudad, decidimos subirnos al tren para ver, de esta manera cómoda, el dédalo de calles medievales que rodean esta plaza y la colección de edificios de estilo renacentista sardo. Después visitamos por nuestra cuenta lo más interesante de la ciudad.
La Place St. Léger es una de las principales arterias comerciales de Chambéry, en pleno casco histórico, cuando paseabamos por ella la encontramos muy animada. Antiguamente estaba dividida por un río que posteriormente fue soterrado.
A ambos lados observamos palacetes de los siglos XVI a XIX, y todo su entorno forma parte de la zona protegida debido al valor de su patrimonio arquitectónico. Junto a las bonitas fachadas de los palacetes destacan la Torre del Reloj y dos pequeñas fuentes.
Más tarde paseamos por calles estrechas, como la Rue Basse du Château. La más famosa de las calles antiguas de Chambéry y que nos recordaba el pasado medieval de la ciudad; flanqueada por pequeños comercios que ocupaban los pisos bajos de bellas mansiones burquesas, y la fachada del hotel de Montfalcon llena de colgaduras.
Como su nombre indica, esta calle conduce al Castillo de los Duques de Saboya, y en ella, la más antigua de la ciudad, se conserva una pasarela elevada, construida en madera y conocida como el Puente de los Suspiros, que permitía comunicar varias casas sin necesidad de bajar a la calle.
El Castillo de los Duques de Saboya, residencia de los duques durante más de 300 años, se construyó sobre un edificio del siglo XI pero con multitud de reformas, una de ellas es la construcción de una capilla de estilo gótico en el siglo XV destinada a albergar desde 1502 a 1578 la Sábana Santa que actualmente se encuentra en Turín. Es por eso que se le conoce como la Santa Capilla.

En la Rue de Boigne, que debe su nombre a uno de los personajes más célebres de la ciudad por sus victorias militares y expediciones a la India, encontramos la Fuente de los Elefantes, construida en el siglo XIX en su honor.
También era bonita la Catedral de San Francisco de Sales, construida en el siglo XV como parte del convento que la orden franciscana fundó en Chambéry. No se convirtió en catedral hasta el siglo XVIII.
A principios del siglo XIX se embelleció con un estilo muy característico de la ciudad: el trampantojo. En la actualidad es la iglesia con mayor superficie pintada en trampantojo de Europa.
Pero esta ciudad también esconde una leyenda sobre Madrid, más concretamente sobre el barrio madrileño de Chamberí. No es coincidencia la similitud de los nombres, pues lo toma de la ciudad saboyana. Según una de las leyenda fue bautizado así por Maria Luisa Gabriela de Saboya, primera esposa de Felipe V, quien encontró tantas similitudes entre su ciudad natal y este área de Madrid que le cambió el nombre.
Terminada nuestra visita de la ciudad seguimos nuestra ruta hacia Nimes, a 308 km. de distancia. Habíamos querido ver tantas cosas en Chambéry, que cuando llegamos a Nimes era tan, tan tarde que apenas encontramos restaurantes abiertos para cenar.
Al final conseguimos cenar en un Hippopotamus cercano a nuestro hotel para a continuación irnos a descansar.
Aun nos quedaba mucha carretera hasta llegar a casa al día siguiente, pero nadie nos quitaba la satisfacción de lo disfrutado ese día visitando esas dos bonitas ciudades.
Había sido un viaje precioso a un país con asombrosos paisajes y con vistas excepcionales. Habíamos visitado los mejores lugares para captar la gran belleza de Suiza.
Desde luego un país al que volver.
Rodeada de montañas de los pre-Alpes franceses y situada en el centro del triángulo que forman Lyon, Ginebra y Grenoble, Chambéry es una ciudad ideal para hacer un alto en una ruta por el este de Francia. Y es que no solo se trata de una ciudad llena de encanto sino que además es un destino con mucha historia y un gran patrimonio.
Chambéry fue la capital y residencia de los Duques de Saboya desde 1232 a 1536 cuando trasladaron la capital a Turín.
Plaza Saint Léger. Chambéry |
La ciudad es pequeña, por lo que podíamos visitarla en lo que quedaba de día. La zona además es perfecta para excursiones, llena de lugares con historia y preciosos rincones naturales.
Nada más llegar, lo primero que hicimos fue buscar un restaurante para comer, el tiempo había pasado muy rápido en Ginebra y se había hecho muy tarde.
Castillo de los Duques de Saboya |
Cuando salimos del restaurante, giramos una esquina y nos encontramos con un tren turístico en la Plaza Saint Léger.
Como no sabíamos por donde comenzar nuestra visita por la ciudad, decidimos subirnos al tren para ver, de esta manera cómoda, el dédalo de calles medievales que rodean esta plaza y la colección de edificios de estilo renacentista sardo. Después visitamos por nuestra cuenta lo más interesante de la ciudad.
La Place St. Léger es una de las principales arterias comerciales de Chambéry, en pleno casco histórico, cuando paseabamos por ella la encontramos muy animada. Antiguamente estaba dividida por un río que posteriormente fue soterrado.
Ayuntamiento de Chambéry |
Más tarde paseamos por calles estrechas, como la Rue Basse du Château. La más famosa de las calles antiguas de Chambéry y que nos recordaba el pasado medieval de la ciudad; flanqueada por pequeños comercios que ocupaban los pisos bajos de bellas mansiones burquesas, y la fachada del hotel de Montfalcon llena de colgaduras.
Como su nombre indica, esta calle conduce al Castillo de los Duques de Saboya, y en ella, la más antigua de la ciudad, se conserva una pasarela elevada, construida en madera y conocida como el Puente de los Suspiros, que permitía comunicar varias casas sin necesidad de bajar a la calle.
El Castillo de los Duques de Saboya, residencia de los duques durante más de 300 años, se construyó sobre un edificio del siglo XI pero con multitud de reformas, una de ellas es la construcción de una capilla de estilo gótico en el siglo XV destinada a albergar desde 1502 a 1578 la Sábana Santa que actualmente se encuentra en Turín. Es por eso que se le conoce como la Santa Capilla.
En la Rue de Boigne, que debe su nombre a uno de los personajes más célebres de la ciudad por sus victorias militares y expediciones a la India, encontramos la Fuente de los Elefantes, construida en el siglo XIX en su honor.
También era bonita la Catedral de San Francisco de Sales, construida en el siglo XV como parte del convento que la orden franciscana fundó en Chambéry. No se convirtió en catedral hasta el siglo XVIII.
A principios del siglo XIX se embelleció con un estilo muy característico de la ciudad: el trampantojo. En la actualidad es la iglesia con mayor superficie pintada en trampantojo de Europa.
Pero esta ciudad también esconde una leyenda sobre Madrid, más concretamente sobre el barrio madrileño de Chamberí. No es coincidencia la similitud de los nombres, pues lo toma de la ciudad saboyana. Según una de las leyenda fue bautizado así por Maria Luisa Gabriela de Saboya, primera esposa de Felipe V, quien encontró tantas similitudes entre su ciudad natal y este área de Madrid que le cambió el nombre.
Terminada nuestra visita de la ciudad seguimos nuestra ruta hacia Nimes, a 308 km. de distancia. Habíamos querido ver tantas cosas en Chambéry, que cuando llegamos a Nimes era tan, tan tarde que apenas encontramos restaurantes abiertos para cenar.
Al final conseguimos cenar en un Hippopotamus cercano a nuestro hotel para a continuación irnos a descansar.
Aun nos quedaba mucha carretera hasta llegar a casa al día siguiente, pero nadie nos quitaba la satisfacción de lo disfrutado ese día visitando esas dos bonitas ciudades.
Había sido un viaje precioso a un país con asombrosos paisajes y con vistas excepcionales. Habíamos visitado los mejores lugares para captar la gran belleza de Suiza.
Desde luego un país al que volver.
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