Partimos de Dublín a primera hora de la mañana, nos disponíamos a cruzar el país hasta su costa atlántica.
En esta excursión viajamos hacia la costa oeste durante 211 km para llegar a la pequeña ciudad de Galway, y desde allí, a 104 km. hacia el sur, pero siempre por la costa, llegamos a nuestro destino, los Acantilados de Moher.
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Vistas de los Acantilados de Moher |
Las tres Islas Aran (Inishmore, Inishmaan e Inisheer) conservan núcleos prehístoricos como el de Dunluce.
En las paredes de los acantilados abundan aves como cormoranes y frailecillos
Desde el centro de visitantes nos dirigimos hacia el norte, primero a la Torre O'Brien. El punto más alto desde donde ver los acantilados.
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Arriba Torre O'Brien |
Desde aquí las vistas son impresionantes. El azul del mar, el gris de la roca y el verde de las praderas forman un paisaje difícil de superar.
Los días que sopla viento fuerte hay que extremar las precauciones y no cruzar las vallas que limitan los caminos al borde de los acantilados.
Mientras disfrutas de las vistas, en la orilla del precipicio, sientes una sensación de miedo al pensar en la caída desde esa altura. Pero desde luego merece la pena llegar hasta la costa oeste para disfrutar de los paisajes.
Seguramente fue aquí, junto a los acantilados, donde empecé a entender lo de misteriosa, salvaje y romántica Irlanda.
Por la tarde tomamos camino de vuelta a Dublín. Casi tres horas de trayecto hasta la ciudad. Mereció la pena.
Para más información, pincha aquí.
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