Chamonix, a los pies del Mont Blanc, es la puerta de entrada a un lugar de cumbres, glaciares, bosques y paisajes fascinantes. El Mont Blanc con sus 4.810 m es el techo de ese reino de montañas.
Visitar Chamonix siempre había formado parte de esos sueños que se van postergando hasta encontrar una buena ocasión.
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Chamonix |
Chamonix es bella pero elitista, no nos engañemos. Hoteles de lujo y restaurantes caros, pero también es auténtica y señorial. Además del paisaje que la rodea, los trenes y teleféricos con recorridos alucinantes son motivo suficiente para que merezca una visita.
Desde Chamonix se divisa también el glaciar Bossons, cuya cascada de hielo parece a punto de desplomarse sobre el valle.
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Estación de Chamonix |
La villa, con sus comercios y restaurantes, viste sus calles con un punto colorido que contrasta con el fondo verde y blanco del paisaje, a los visitantes se nos van los ojos buscando la redondeada cumbre del Gigante de los Alpes.
La ciudad ha crecido mucho gracias al turismo de invierno, es el pueblo más cercano al Mont Blanc, prácticamente está a sus pies y su casco antiguo es encantador.
Queríamos subir a los más alto para contemplar la belleza que desde las alturas ofrece este enclave.
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Chamonix con niebla en las montañas |
Preguntamos en la ventanilla como estaba el tiempo arriba, y muy amablemente y después de echar un ojo a la previsión, la muchacha que nos atendió, nos aconsejó esperar al día siguiente ya que estaba muy nublado en la cima y no disfrutaríamos de buenas vistas.
Estación del tren cremallera que sube a la Mer de Glace |
En el primer tren del día subimos a Montenvers, que significa "monte del revés". En este paisaje de hielo y roca destacan tres elementos: el tren cremallera rojo, el Gran Hotel y el imponente glaciar, bautizado como la Mer de Glace en el siglo XVIII.
En el interior del tren se vivía un aire alpino, gente con mochilas de las que sobresalían cuerdas y piolets, pero también estábamos los que subíamos en vaqueros y botas de trekking, en una mezcla encantadora, durante la subida todos eramos iguales, la montaña se encargaría de hacer la selección.
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Ya en el tren a Montenvers |
Nos sentamos en el lado izquierdo del tren, ya que desde este lado se obtienen las mejores vistas; la subida es entre árboles no muy tupidos por lo que veíamos como se iba alejando el valle y el tren iba ganando altura.
El sendero que sube a Montenvers discurre junto al glaciar la Mer de Glace.
Después de 20 minutos de ascensión en el trenecito rojo de cremallera ya estábamos al pie de la Mer de Glace, el glaciar más largo de Francia. Por todas partes surgían montañas con bellos picos nevados.
El tren nos dejó en el mirador de Montenvers con vistas fabulosas del extremo de la Mer de Glace, y desde la terraza del Bar Panoramique pudimos ver el glaciar y las montañas que lo rodean, conocer el proceso de construcción del tren en 1908 y la tradición local de los buscadores de cristales de cuarzo.
La vista del glaciar es muy bella, pero no nos impresionó tanto como nos esperábamos, quizá por haber estado anteriormente en el glaciar Aletsch en Suiza; quizá porque la superficie está en parte cubierta por tierra, no dando esa sensación de "mar de hielo".

Es preocupante ver como ha descendido el nivel del glaciar en estos años, y más concretamente en los últimos años, donde el glaciar ha perdido varios metros por año.
Panorámica del glaciar desde Montenvers. |
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Recorrido hasta el glaciar Mer de Glace |

Es preocupante ver como ha descendido el nivel del glaciar en estos años, y más concretamente en los últimos años, donde el glaciar ha perdido varios metros por año.
Después de bajar un trecho en telecabina y unas interminables escaleras, visitamos una cueva de hielo debajo del glaciar.
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A la izquierda la terraza y el telecabina |
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Bajando en el telecabina. Abajo, los agujeros son la entrada a la Gruta de Hielo bajo el glaciar |
Desde la salida del telecabina es necesario descender una escalera de unos 400 escalones para llegar hasta la gruta. Desde luego lo más pesado es la subida hasta el telecabina.
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Y bajando... Esta vez a pie por las escaleras |
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Dentro de la Gruta de Hielo |
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La luz reflejada en el hielo |
Habíamos pasado toda la mañana en Montenvers, bajando a la gruta, viendo la exposición de cristales de cuarzo, y tomando algo caliente en la cafetería. Cuando acabamos esta visita al glaciar bajamos a Chamonix para comer y pasar la tarde.
Después de ir a comer, mientras callejeábamos, encontramos algunos monumentos a los primeros conquistadores: el doctor Paccard, el botánico Horace Bénédict de Saussure y el guía Jacques Balmat.
También paseamos entre escaparates de tiendas que exhiben las marcas más famosas de ropa de esquí y de montaña, comercios con productos regionales, tiendas de recuerdos y el Casino, con un bello estilo belle époque.
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Por los pasillos de la gruta |

Desde julio de 1965 permanece abierto el Túnel del Mont Blanc, una impresionante obra de ingienería de 11.600 metros de longitud que atraviesa la cadena del Mont Blanc (sobre la vertical de Aiguille du Midi, el espesor de cobertura de roca granítica es de 2.480 metros, una medida récord para túneles viarios y ferroviarios), saliendo desde Italia a los pies del glaciar de Brenva, para llegar a Francia, a los pies del glaciar de Bossons, ambos glaciares perennes que parecen escurrirse por sus laderas.
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Dentro del Túnel del Mont Blanc camino de Aosta |

Nos costó cerca de una hora de espera hasta llegar al túnel por la larga cola que había. Antes de entrar en el túnel, reparten botellas de agua a los ocupantes de los vehículos; da un poco de mal rollo.
Para más información pincha aquí.
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