Chamonix-Montenvers-Glaciar Mer de Glase




Chamonix, a los pies del Mont Blanc, es la puerta de entrada a un lugar de cumbres, glaciares, bosques y paisajes fascinantes. El Mont Blanc con sus 4.810 m es el techo de ese reino de montañas.

Panorámica del glaciar La Mer de Glace

Visitar Chamonix siempre había  formado  parte de esos sueños que se van postergando hasta encontrar una buena ocasión. 


Chamonix
Chamonix es una de las ciudades más bellas de los Alpes franceses. Pasamos todo un día allí y en el entorno alpino que la rodea, uno de los lugares más espectaculares y de belleza sobrecogedora. 



Chamonix es bella pero elitista, no nos engañemos. Hoteles de lujo y restaurantes caros, pero también es auténtica y señorial. Además del paisaje que la rodea, los trenes y teleféricos con recorridos alucinantes son motivo suficiente para que merezca una visita.

Desde Chamonix se divisa también el glaciar Bossons, cuya cascada de hielo parece a punto de desplomarse sobre el valle.

Estación de Chamonix
La llegada del ferrocarril rescató a Chamonix de su aislamiento. En 1908, la inauguración del tren cremallera de Montenvers, que llevaba hasta un hotel y un mirador sobre la Mer de Glace a 1.913 metros, abrió la puerta a la construcción de otras lineas y teleféricos que acercaban al visitante a las grandes cumbres del valle.
Estatua del Dr. Gabriel Miguel Paccard

La villa, con sus comercios y restaurantes, viste sus calles con un punto colorido que contrasta con el fondo verde y blanco del paisaje, a los visitantes se nos van los ojos buscando la redondeada cumbre del Gigante de los Alpes.

La ciudad ha crecido mucho gracias al turismo de invierno, es el pueblo más cercano al Mont Blanc, prácticamente está a sus pies y su casco antiguo es encantador.

Queríamos subir a los más alto para contemplar la belleza que desde las alturas ofrece este enclave. 


Chamonix con niebla en las montañas
Sabíamos que teníamos que estar muy temprano en el teleférico para poder subir, y así lo hicimos. A las ocho de la mañana ya estábamos en la ventanilla del teleférico que sube al Mont Blanc, pero para nuestro asombro no había nadie.

Preguntamos en la ventanilla como estaba el tiempo arriba, y muy amablemente y después de echar un ojo a la previsión, la muchacha que nos atendió, nos aconsejó esperar al día siguiente ya que estaba muy nublado en la cima y no disfrutaríamos de buenas vistas.


Estación del tren cremallera que sube a la Mer de Glace
Decidimos no subir y optar por nuestro plan B: aprovechar nuestro día en Chamonix para ir hasta el glaciar la Mer de Glace y el pueblo, y subir otro día al Mont Blanc desde el lado italiano. 

En el primer tren del día subimos a Montenvers, que significa "monte del revés". En este paisaje de hielo y roca destacan tres elementos: el tren cremallera rojo, el Gran Hotel y el imponente glaciar, bautizado como la Mer de Glace en el siglo XVIII.

En el interior del tren se vivía un aire alpino, gente con mochilas de las que sobresalían cuerdas y piolets, pero también estábamos los que subíamos en vaqueros y botas de trekking, en una mezcla encantadora, durante la subida todos eramos iguales, la montaña se encargaría de hacer la selección.


Ya en el tren a Montenvers

Nos sentamos en el lado izquierdo del tren, ya que desde este lado se obtienen las mejores vistas; la subida es entre árboles no muy tupidos por lo que veíamos como se iba alejando el valle y el tren iba ganando altura.

El sendero que sube a Montenvers discurre junto al glaciar la Mer de Glace.

Después de 20 minutos de ascensión en el trenecito rojo de cremallera  ya estábamos al pie de la Mer de Glace, el glaciar más largo de Francia. Por todas partes surgían montañas con bellos picos nevados.

El tren nos dejó en el mirador de Montenvers con vistas fabulosas del extremo de la Mer de Glace, y desde la terraza del Bar Panoramique pudimos ver el glaciar y las montañas que lo rodean, conocer el proceso de construcción del tren en 1908 y la tradición local de los buscadores de cristales de cuarzo.


Panorámica del glaciar desde Montenvers.
 La vista del glaciar es muy bella, pero no nos impresionó tanto como nos esperábamos, quizá por haber estado anteriormente en el glaciar Aletsch en Suiza; quizá porque la superficie está en parte cubierta por tierra, no dando esa sensación de "mar de hielo".


Recorrido hasta el glaciar Mer de Glace











Es preocupante ver como ha descendido el nivel del glaciar en estos años, y más concretamente en los últimos años, donde el glaciar ha perdido varios metros por año.

Después de bajar un trecho en telecabina y unas interminables escaleras, visitamos una cueva de hielo debajo del glaciar.


A la izquierda la terraza y el telecabina
La Gruta de Hielo está excavada en el hielo mismo, un viaje al corazón del glaciar. Se trata de una gruta que se talla cada año desde hace 50 dentro del glaciar, accesible en telecabina, para después continuar la bajada hasta el glaciar. 


Bajando en el telecabina. Abajo, los agujeros son la entrada a la Gruta de Hielo bajo el glaciar

Desde la salida del telecabina es necesario descender una escalera de unos 400 escalones para llegar hasta la gruta. Desde luego lo más pesado es la subida hasta el telecabina.


Y bajando... Esta vez a pie por las escaleras
Caminar por el interior de la cueva, bajo el hielo, fue impresionante. Teníamos toneladas de hielo sobre nuestras cabezas. La luz azul de la cueva, el frío... Fue una  experiencia  inolvidable, maravillosa. Sin duda  fue el mayor atractivo de Montenvers y para mí lo más bonito del viaje.


Dentro de la Gruta de Hielo


La luz reflejada en el hielo

Habíamos pasado toda la mañana en Montenvers, bajando  a la gruta, viendo la exposición de cristales de cuarzo, y tomando algo caliente en la cafetería. Cuando acabamos esta visita al glaciar bajamos a Chamonix para comer y  pasar la tarde.

Después de ir a comer,  mientras callejeábamos, encontramos algunos monumentos  a los  primeros  conquistadores:  el doctor  Paccard, el  botánico Horace Bénédict de Saussure y el guía Jacques Balmat.

También paseamos entre escaparates de tiendas que exhiben las marcas más famosas de ropa de esquí y de montaña, comercios con productos regionales, tiendas de recuerdos y el Casino, con un bello estilo belle époque.




Por los pasillos de la gruta
























Por la tarde, nos sentamos en una terraza para tomar algo caliente y descansar un rato antes de continuar nuestro camino hacia Italia atravesando la mítica montaña por uno de los túneles más impresionantes de Europa: El Túnel del Mont Blanc.



Desde julio de 1965 permanece abierto el Túnel del Mont Blanc, una impresionante obra de ingienería de 11.600 metros de longitud que atraviesa la cadena del Mont Blanc (sobre la vertical de Aiguille du Midi, el espesor de cobertura de roca granítica es de 2.480 metros, una medida récord para túneles viarios y ferroviarios), saliendo desde Italia a los pies del glaciar de Brenva, para llegar a Francia, a los pies del glaciar de Bossons, ambos glaciares perennes que parecen escurrirse por sus laderas.


Dentro del Túnel del Mont Blanc camino de Aosta













Nos costó cerca de una hora de espera hasta llegar al túnel  por la larga cola que había. Antes de entrar en el túnel, reparten botellas de agua a los ocupantes de los vehículos; da un poco de mal rollo.

Para más información pincha aquí.

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